domingo, 10 de octubre de 2010

NUESTROS RICOS PRODUCTOS DE OTOÑO




En la página anterior -"PENSANDO EN EL PUEBLO"-parece ser que me mostré un poco negativo al considerar la soledad del pueblo cuando entra el otoño, cuando todos nos hemos marchado después de las vacaciones de verano y el vecindario se queda reducido a la mitad. Pues bien, el pueblo se queda bastante solo, es verdad, pero no muerto sino expectante hasta que llegue el próximo puente o vacación. Allí quedan todavía medio millar de personas que nos representan y que, remitiéndome a las pruebas, no se lo deben pasar nada de mal. El campo de nuestro pueblo, famoso por toda la comarca en tiempos ya lejanos debido a los productos de la ribera, sigue siendo generoso, incluso en no tan brillantes momentos como lo fueron aquellos, y así lo podemos ver en esta bonita foto que me manda Pilar Aranguren, valiosa colaboradora del blog durante las largas temporadas de ausencia, y que, como podéis comprobar se trata de un bonito bodegón, fotografiado del natural, donde aparecen tantos productos del campo de los que poseen abundantemente los que se han quedado allí. Tomates, ciruelas, manzanas, almendras, higos, miel, uvas pasas, zanahorias, y guindillas para quienes opten por aderezar los guisos con sensaciones fuertes, -¡ay qué tiempos aquellos!-, es, según podemos ver en las fotografías, lo que los huertos de la Vega, de las Cañás, de los tablares del Calentejo, de Cañalastejas, lo que la madre naturaleza, siempre generosa con los hortelanos de nuestro pueblo, ofrece cada mes de septiembre a los que se han quedado allí. Eso sin contar con las moras de días atrás y con las setas, que en temporada de lluvias algunas se suelen ver. Las mujeres del barrio del Boleo y del Calvario, según me explican, no están echando el agosto en estos días con los productos del campo, sino el otoño: guardando en conserva mermeladas y tantos de estos productos -creo que en cantidades industriales- para pasar de la mejor manera posible el invierno que se nos avecina. Vamos, quiero decir que tampoco hay que tenerles lástima.

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