lunes, 20 de agosto de 2012

ACABARON LAS FIESTAS DEL SANTO NIÑO


A horas bien avanzadas de la madrugada de hoy han concluido los actos finales del programa de fiestas en el Lejío, donde por costumbre tienen lugar la mayor parte de los acontecimientos festivos de nuestro pueblo. Para mi uso, y salvo mejor opinión, las fiesta de Olivares se han distinguido en la presente edición por una asistencia importante de público; por unos días de intenso calor; por que los amigos de lo ajeno han hecho algún estrago en los almacenes de las eras (hasta un coche, aparte de otras cosas más que les interesaron, han sido su botín); por que no ha habido desgracia alguna en lo personal, que sepamos, cosa siempre digna de agradecer; y por que el reencuentro entre paisanos que hace tiempo que no se ven, suele ser durante estos días toda una cadena de acontecimientos agradables.


La instalación de una serie de casetas portátiles por las distintas peñas juveniles, frente a las oficinas de la Caja de Ahorros, hay que anotarla como algo novedoso en las fiestas de este año, y de un efectivo resultado para los jóvenes peñistas.
Por cuanto a lo religioso, es justo resaltar el emotivo homenaje a don Germán, el joven sacerdote que ha regido los destinos de la parroquia durante los últimos ocho años; pregonero, además, de las presentes fiestas, quien al concluir la Misa Mayor del día del Niño, recibió los afectos de toda la iglesia a rebosar, con el reconocimiento simbólico de gratitud de una bonita placa conmemorativa, entregada por Pablo, el alcalde, en medio de un aplauso general, largo y cerrado, por parte de los cientos de feligreses

que llenaban el templo, y que nuestro párroco recibió con mal disimulada emoción. Don Germán se marcha como cura encargado de una parroquia de Tarancón, en donde le deseamos lo mejor, a la vez que le agradecemos su estancia entre nosotros, garantizándole sus servicios duran te este tiempo, donde se encontró con una iglesia hundida que era urgente reparar, y con un pueblo enfrentado por motivos que no vienen al caso. Por fortuna, hoy todo es distinto.

En la fiesta particular del barrio de San Roque (la tarde del día 16), un año más nos hemos sentido a gusto. Una fiesta consolidada y entrañable, con su correspondiente procesión por las calles del barrio, y una invitación generosa de un “zurra” excepcional, cacahuetes y cortezas, según costumbre, que es justo agradecer por parte de los asistentes foráneos, entre los que me cuento en calidad de asiduo. En el acto, se bendijo la nueva vidriera de la ermita con la imagen del santo titular, obsequio que fue de Félix Belinchón, vecino del barrio, ya fallecido, de cuya memoria quedará testimonio en la preciosa vidriera que no llegó a conocer, pero que fue su ilusión durante los últimos años que vivió entre nosotros.

Un año nos separa de las próximas fiestas. En sólo unos días el pueblo quedará en su ser natural esperando el otoño, con los cuatrocientos habitantes, más o menos, que viven en él de forma permanente: la quinta parte de los que hace sesenta años llegó a tener. Es nuestro pueblo, el que cada verano por estas fechas nos acoge junto a la imagen menuda de nuestro Patrón, el Santo Niño, presente en la memoria y en el corazón de los olivareños, tanto presentes como ausentes, en un querer común.

(En las fotografías: Procesión del Sasnto Niño por á calle Real; Casetas de las peñas; Don Germán el día de la Fiesta Mayor; y la nueva vidriera de la ermita de San Roque)  

miércoles, 1 de agosto de 2012

CELIA LEÓN, UNA OLIVAREÑA EN VENEZUELA


No sólo es poco frecuente, sino que es un caso insólito el que alguno, o alguna de los nacidos en Olivares, tengan su residencia permanente en otro país. Celia es la única persona -que yo sepa- en la que se da esa circunstancia. Tras la ocupación de nuestra ribera y las mejores tierras del término por las aguas del pantano a mediados del pasado siglo, una de las consecuencias inmediatas fue que se produjera la diáspora de una buena parte del vecindario. Lo fue, por lo general, a otras regiones de España, donde más de un centenar de familias trasladaron su residencia, que después sería definitiva. A países extranjeros también obligó la necesidad de emigrar en busca de trabajo a algunos olivereños; pero siempre por una temporada más o menos larga, que acabaría con su regreso a casa.

Celia León Jiménez, es hija de Aurora y de Augusto; fallecidos los dos, su madre en edad temprana. Cuando sus padres marcharon a Madrid en los años cincuenta, Celia tenía cuatro o cinco años. Con sus padres y con su hermana Esperanza, Celia vivió en la Capital de España hasta que surgió un hecho natural muy importante en su vida: su matrimonio con Fred, iraní de nacimiento, y como consecuencia poco después, su marcha a Venezuela en el año 1979. Hasta entonces, las visitas de temporada al pueblo todos los veranos a casa de la abuela Eloísa y el abuelo Pedro, formaron parte de su juventud, siendo hoy un abundante manantial de recuerdos.

Fred, su marido, que suele venir a España con cierta frecuencia, y a Olivares generalmente algunos días en verano, es director de hotel en la ciudad venezolana de Valencia, donde residen, si bien por razones de trabajo antes tuvieron que fijar su domicilio en otras ciudades de aquel país hispanoamericano.

Celia -si no de profesión, como es el caso de su hermana Esperanza- tiene una importante chispa de artista. Está especializada como afición en la pintura de iconos religiosos, y regenta como trabajo una tienda de artículos (objetos, trajes e indumentaria flamenca) en su ciudad, donde la afición por el folclore flamenco está extendida de forma extraordinaria. De hecho, si ella es en Venezuela una eficiente embajadora del arte flamenco con su trabajo, lo es todavía más su hija Carolina, que ejerce esa recia manifestación del arte hispano como oficio.

Carolina León -su nombre artístico- es un personaje reconocido muy en primera fila en toda Venezuela. Es periodista, pero en aquel país de al otro lado del Atlántico, se la conoce más por su actividad como coreógrafa y profesora de baile flamenco. Regenta una academia con cerca de trescientas alumnas, con las que ha preparado y presentado al público obras tan importantes en ese género como “Bodas de Sangre” de García Lorca, o “Carmen” de Bizet, entre otras. Con su nombre artístico mantiene una página web en la que se da completa noticias de su trabajo en el mundo del arte.

Debo manifestar que tenía verdaderos deseos de saber cosas de Celia, esta olivareña excepcional, lo que conseguí días atrás en un ambiente agradable y familiar en la casa de su hermana Esperanza, aprovechando la estancia de las dos en Olivares. A los temas de conversación relacionados con nuestra protagonista y con su hija Carolina, siguieron otros muy particulares sobre las fiestas del pueblo en sus años jóvenes, y los no menos interesantes sobre la afición a la fotografía de Armando, el marido de Esperanza, especializado en los campos y rincones de Olivares, flores y aves de nuestro entorno, con un amplio muestrario de auténtico profesional. Fantástico. En alguna otra ocasión hablaremos de ello. Una familia de artistas que me han proporcionado el placer de desentrañar y poder sacar a la luz todas estas cosas, en el escaparate informático dedicado a nuestro pueblo.

(En las fotos: Celia con su nietecita Lucía,y su hija Carolina profesora de baile flamenco)