lunes, 22 de septiembre de 2014

FINAL DE VERANO




       Nos gusta venir al pueblo en todo tiempo, aunque en realidad es un ejercicio que practicamos poco. Paquita y yo solemos pasar en él un mes cada verano. Pero hay unas fechas que para mí son especialmente atractivas, unos días en los que Olivares tiene un especial encanto; con ello me refiero a la decena central del mes de septiembre, cuando los fuertes calores del verano se han ido moderando y los molestos rigores del invierno están todavía por llegar. De los veraneantes apenas queda un pequeño residuo, cuatro de ellos, que emprenderán la huída con los primeros fríos.
        A la entrada del otoño la actividad de mis paisanos ha vuelto a reiniciarse. Los agricultores andan ocupados con la segunda cosecha, la de los girasoles, en plena campaña de recogida. La temporada, por lo que dicen, no ha sido de las mejores. Las cosechadoras han vuelto a aparecer por los caminos, por las parcelas del girasol, y en algunas eras se pueden ver los montones de pipas de los cosecheros y de los compradores.
        No hace frío. Alguna noche me he atrevido a salir por las Arrevueltas en mangas de camisa, sin notar apenas el descenso de la temperatura a la hora de las estrellas, cuando en las iluminadas calles del pueblo el silencio es completo y uno advierte en cada rincón, en cada esquina en penumbra, un hálito de misterio. El mirador hacia los campos desde el pretil de la Iglesia es uno de mis lugares preferidos, también en estas noches cerradas que dan paso el otoño, cuando todo es silencio. Tiempo para buscar entre los pliegues de la memoria lo que fueron aquellos años de infancia, en los que a tantos de mi generación nos entró, como por ósmosis, el cariño a nuestro pueblo. Decía Flaubert que “a quien ha mordido la tierra, le queda su sabor entre los dientes”;  y debe ser verdad.


        Y a la luz de las farolas adosadas al muro, la portada neoclásica de la Iglesia; una de las imágenes que mejor guardamos en la memoria. Dentro de la iglesia -me dice la imaginación- la oscuridad será absoluta y el silencio total, rotos quizás por la luz de la lamparilla que anuncia que Dios está allí, y por los chasquidos de la cubierta que denuncian que las obras de restauración fueron un fraude sin piedad, del que hasta la fecha nadie se ha hecho responsable; que en los trapicheos de la oficialidad alguien jugó sucio, alguien decidió que los materiales fueran inapropiados y del más bajo coste posible, un tente mientras cobro, un ejemplo palpable del trabajo mal hecho, cuando en el proyecto figuraba algo muy distinto. Olivares, sí, ha recuperado su iglesia, que no ha mucho vimos en estado de ruina; pero las cosas pudieron haberse hecho bastante mejor.


        En estos días he podido comprobar el celo de los últimos sacerdotes por acondicionar la iglesia y todo su entorno con arreglo a los nuevos tiempos, con lo que el pueblo merece y con las necesidades inherentes a una feligresía en la que abunda la gente mayor. La vieja sacristía, que había sufrido los efectos propios de una antigüedad de siglos, más los muy particulares ocasionados por las últimas obras, necesitó ser renovada partiendo de cero; de forma que aquella cajonera donde se guardaban los viejos ornamentos litúrgicos: albas, casullas, capas pluviales y demás, los pocos vasos sagrados que quedaron después del famoso robo en el que desapareció, entre otras piezas de valor, la famosa custodia que tuvimos, ha sido necesario renovarlo en su totalidad, partiendo de unos fondos inexistentes, que los últimos párrocos, don Germán primero, y don Daniel después y definitivamente, se impusieron como meta conseguir contando con la generosidad de los hijos del pueblo, residentes y ausentes, pero que sus costes están todavía sin cubrir en una buena parte, a pesar de los donativos que hemos ido aportando algunos de los que nacimos aquí; pues aquí nos bautizaron, aquí se hicieron los funerales de nuestros padres, varios de vosotros os casasteis aquí, es nuestro pueblo, y por motivos varios tenemos la responsabilidad de arrimar el hombro en favor de nuestra iglesia, que de algún modo es en nuestro propio favor. La cantidad de dinero empleada ha sido importante y a ella debemos responder en la medida que cada uno pueda hacerlo. Acompaño dos fotografías con sendos detalles de lo que es la sacristía en este momento.
        Con el fin de facilitar la colaboración a todos cuantos seguís mi blog, y que como yo, también vivís fuera, os dejo el número de la cuenta de nuestra Parroquia de la Asunción, en la que podéis ingresar lo que buenamente esté a vuestro alcance, y que es la siguiente:

                       IBAN ES98, número 2105 5063 7730 10003496

        Ahora, invitaros a que os deis una vuelta por el pueblo durante estos días. Es tiempo de uvas, de higos, de zarzamoras, de almendrucos, de pipas de girasol, de preparar el tomate en conserva… Con la inevitable nostalgia de la despedida, que me ha impulsado a contaros estas cosas, vaya como final el saludo a todos mis paisanos; más afectuoso si cabe a los que vivís más lejos. También a los que os quedáis en él pueblo durante todo el año, naturalmente.