martes, 30 de octubre de 2012

UNAS HORAS EN EL PUEBLO



        Estuve en Olivares días atrás y encontré al pueblo demasiado solo, ni una persona por las calles. Tarde de sol que aprovechamos para bajar al cementerio y dar un paseo por el campo. El tiempo empeoró a las pocas horas. Días antes las lluvias habían sido generosas con los campos sedientos del término (sesenta litros llegaron a caer en un solo día). El pantano ha empezado a flaquear visiblemente, con arreglo a o que había sido algunos meses antes. Y las lluvias han comenzado a perjudicar, de formas muy dañina, a nuestra iglesia recién restaurada; pues le entra el agua del tejado por todas partes, y lo que es peor, por sitios inaccesibles, como puede ser por detrás del retablo del Santo Niño, donde sus consecuencias son más difíciles de evitar.
        Han pasado tres o cuatro años desde que se rehabilitó la iglesia y la situación resulta realmente lamentable en época de lluvias. Las maderas crujen en las mañanas del verano al menor cambio de temperatura; algunas de las maderas transversales -finas y muy separadas una de otra- se llegaron a romper en los primeros días. Todo de manera incomprensible, sin otro motivo al que achacarlo que al fatal trabajo que se hizo en su día con el fin, ramplón e injustificable, de ahorrar en materiales. Pues toda la cubierta consiste en un fondo de madera (tabla o similar más o menos gruesa), y sobre ello directamente las tejas, sin una capa intermedia de onduline, o de cualquier otro producto al uso, que evite el paso del agua y que a la vez actúe como aislante, del calor en verano y del frío en los días de invierno.

        No debemos olvidar que la iglesia es el único monumento a considerar en nuestro patrimonio artístico, y de ella, el retablo mayor es de lo mejor que existe en toda la diócesis de Cuenca. ¿Que la dotación presupuestaria de la Junta de Comunidades fue suficiente  como para que las cosas se hiciesen de otra manera? Es posible que fuera así; pero la verdad es que no se hicieron de manera correcta. Entramos pues en el complicado terreno de las malas artes, tan al día cuando se trabaja con dinero público. Pero, a alguien habrá que pedir responsabilidades y, desde luego, exigir la reparación inmediata de manera satisfactoria. Es parte del patrimonio artístico de la Comunidad Autónoma, y no estamos dispuestos a verla en la situación semirruinosa en la que estuvo antes, como se puede apreciar en la segunda de las fotografías, por el inaceptable motivo de haberse hecho las cosas mal.         

miércoles, 10 de octubre de 2012

OLIVARES EN "TIERRAS DE CUENCA"



Un prestigioso periodista, amigo y domiciliado en Cuenca, José Luís Muñoz, hace algunos años que se propuso la tarea de escribir una colección de libros con el título genérico de “Tierras de Cuenca”, en la que se ha propuesto visitar, conocer, y escribir un puñado de páginas sobre cada uno de los pueblos de la provincia. Trabajo ímprobo, pero apasionante, del que he podido disfrutar igualmente durante varios años con referencia a los pueblos de Guadalajara.

            Sin prisa, pero sin otra pausa que la que impone el trabajo profesional, José Luís Muñoz va recorriendo la provincia, dividida previamente en comarcas geográficas o históricas, a cada una de las cuales está dedicando un libro. Su sistema es el de andar, ver y contar (escribir en este caso), tomar algunas fotografías de los motivos más representativos de cada lugar, orientarse por algún o algunos paisanos de cada sitio, y con ello, y su bien demostrado talento como autor y buen conocedor de la provincia, sacar a la luz cada cuanto tiempo un tomo más.
            Hace sólo unos días me envió el tomo 9 de esta colección, El sueño eterno. Al borde de Alarcón, publicado recientemente en colaboración con la Excma. Diputación Provincial de Cuenca. Las páginas de la 21 a la 30, ambas inclusive -de este formidable volumen de más de doscientas-, están dedicadas a Olivares, con seis fotografías en color que sirven de apoyo a la exquisita calidad del texto. El resto lo ocupan otros pueblos, desde Belmontejo hasta Alarcón, pasando por Valverde, Villaverde, Hontecillas, Piqueras del Castillo, Barchín del Hoyo, Buenache, Honrubia, La Almarcha y media docena de pueblos más, relacionados por la historia o por la proximidad, con la histórica villa de Alarcón.
            Asesorado sobre la marcha por personas del pueblo, como Orosia, del barrio de San Roque, o Luís Toledo que le acompañó por calles, rincones y fuentes, José Luís Muñoz ofrece en este libro una digna visión de Olivares, un a modo de “flas” con palabras e imágenes, que conviene conocer y conservar. Pienso que no será difícil adquirir un ejemplar, o los que se necesiten, de este libro en cualquiera de las librerías de Cuenca, o dirigiéndose a Ediciones Olcades, que regenta el propio autor, cuya dirección electrónica es la siguiente info@olcades.es