martes, 20 de agosto de 2013

EN LA FIESTA DEL SANTO NIÑO


Las fiestas patronales que acaban de concluir pasarán a nuestra particular historia como las del año en el que no salió a la calle la procesión, a causa de la lluvia. Sí que se hizo, con la habitual masiva asistencia, el día siguiente. Personalmente no recuerdo que en años anteriores se haya dado la tal circunstancia, que ha servido como nota destacable de la presente edición. Por cuanto a lo demás, los acontecimientos festivos han seguido la pauta que marca el programa según costumbre: alegría, reencuentro con paisanos a los que sólo se ve muy de tarde en tarde, pólvora y música, mucha música de banda y de orquestas varias, hasta primeras horas del día siguiente. Estamos en fiestas.

            El pregonero ha sido David Díaz, comandante del Ejército que fue en su vida activa, hijo del Tío Andrés y de la Tía Vicenta de tan grata memoria. Nos ofreció David varias semblanzas y recuerdos de su niñez, motivo entrañable para quienes vivimos aquellos años ya tan lejanos de las huertas de la Ribera, de las cinco escuelas completas de niños y niñas; momentos aquellos en los que fuimos felices pese a la dureza del trabajo y a la estricta  escasez de medios para sobrevivir. Unos acertados consejos dedicados a la juventud de hoy, que concluyeron con el cerrado aplauso de un pueblo que todavía guarda en la boca las mieles de su pasado, y gusta saborear cuando tiene ocasión.
            Los actos religiosos han sido los habituales: Misa de cinco sacerdotes, y una especial asistencia de público en los dos primeros días; procesión de San Roque en la tarde del día 16 -a la que algún día no lejano dedicaré una página especial en homenaje al barrio, creo que se lo merece. Conviene añadir el festival taurino en la tarde del tercer día;, los consabidos concursos y competiciones deportivas; la comida multitudinaria en el polideportivo desafiando al calor ambiente, un acontecimiento de convivencia donde la gente se lo pasa bien, dando la debida cuenta de una docena de calderetas (300 kilos de carne extra) que cocinan los hombres, auténticos expertos y con inquietudes de superación cada año. Y como cierre de fiesta el espectáculo de variedades artístico-musical, que suele ser de la complacencia de la gente mayor, éste año con la participación estelar de Kira Palmer y Carlos Vargas ¡Casi nada, amigos…! ¡Ah!, y con una buena parte de la juventud recogida en las casetas de sus peñas respectivas en horas de la tarde, una particularidad todavía reciente, que va tomando cuerpo y se va consolidando cada año en las fiestas de nuestro Santo Patrón. Bienvenidas sean, si con ellas se suple el clásico botellón de otros años.



            Excepción hecha de la lluvia inoportuna en la mañana del día 16, que como se ha dicho impidió celebrar la procesión, aunque no la solemnidad de la Misa, nada ha habido que lamentar, que yo sepa, en estas Fiestas Patronales del presente año. El pueblo se volverá a quedar en mínimos dentro de cuatro días, mientras que los demás, los olivareños de fuera, entre los que me cuento, nos iremos marchando con la ilusión de volvernos a juntar dentro de un año. 

domingo, 4 de agosto de 2013

CHURROS PARA DESAYUNAR CADA DOMINGO


Pasan sólo unos minutos de las ocho de la mañana; el cohete no ha sonado todavía y el motivo ha sido que Rufino y Pili acaban de llegar, con su industria sobre ruedas, del encierro de los toros en la fiesta de Albaledejo. Rufino y Pilar, los churreros de Olivare, avisan con el estallido de un cohete que el establecimiento ha empezado a funcionar al servicio del público, como todos los domingos del año. En las mañanas de otros días de la semana el negocio se traslada a veces a otros pueblos del contorno.
            Son las ocho y media. Rufino saca de su casa un cohete y una botella vacía que le servirá como soporte de lanzamiento. Enciende la mecha y unos segundos después el estampido informa a todo el pueblo de que la primera rueda de churros está a punto de salir. Al instante comienzan a aparecer los clientes por las distintas bocacalles hasta la Placeta del Cura, donde está estacionada la camioneta adaptada como churrería.
            La tradición de desayunar con churros los domingos y fiestas de guardar es antigua en Olivares. Recuerdo cómo en mis años ya lejanos de infancia, se fabricaban y se vendían en el Lejío durante las fiestas del Santo Niño, por entonces el tercer domingo de septiembre, cuando el pueblo tenía el triple de población de la que tiene hoy. Ahora, digamos que el negocio como tal se ha consolidado y hay churros cada domingo durante todo el año. Estupendas porras al estilo tradicional, a un precio razonable: treinta céntimos unidad. La clientela es fija, segura, escasa durante el resto del año y abundante durante los meses de verano, tiempo éste en el que la población se multiplica.
            Las fiestas están a punto de llegar según el calendario. Estamos a diez días de distancia. Hasta ahora apenas se habla de las fiestas, como siempre ocurre. El programa he oído por ahí que saldrá mañana posiblemente; por él tendremos noticia de si en la presente edición habrá alguna novedad en relación con los años precedentes, aunque intuyo que no, y si la hay no será de mayor relieve. Para mí, y para muchos como yo, la verdadera fiesta es el simple hecho de que por estas fechas se nos da una vez más la ocasión del encuentro, tiempo de recordar aquellos años de juventud en los que las vivíamos con una intensidad mayor, con una sana y alegre intensidad.

            ¡Ah! Creo que me he entretenido demasiado. Es la hora pasada de desayunar.  Los churros se habrán quedado fríos.