Las fiestas patronales que acaban
de concluir pasarán a nuestra particular historia como las del año en el que no
salió a la calle la procesión, a causa de la lluvia. Sí que se hizo, con la
habitual masiva asistencia, el día siguiente. Personalmente no recuerdo que en
años anteriores se haya dado la tal circunstancia, que ha servido como nota
destacable de la presente edición. Por cuanto a lo demás, los acontecimientos
festivos han seguido la pauta que marca el programa según costumbre: alegría,
reencuentro con paisanos a los que sólo se ve muy de tarde en tarde, pólvora y
música, mucha música de banda y de orquestas varias, hasta primeras horas del
día siguiente. Estamos en fiestas.
El
pregonero ha sido David Díaz, comandante del Ejército que fue en su vida activa, hijo del Tío Andrés y
de la Tía Vicenta de tan grata memoria. Nos ofreció David varias semblanzas y
recuerdos de su niñez, motivo entrañable para quienes vivimos aquellos años ya
tan lejanos de las huertas de la Ribera, de las cinco escuelas completas de
niños y niñas; momentos aquellos en los que fuimos felices pese a la dureza del trabajo
y a la estricta escasez de medios para
sobrevivir. Unos acertados consejos dedicados a la juventud de hoy, que
concluyeron con el cerrado aplauso de un pueblo que todavía guarda en la boca
las mieles de su pasado, y gusta saborear cuando tiene ocasión.
Los
actos religiosos han sido los habituales: Misa de cinco sacerdotes, y una
especial asistencia de público en los dos primeros días; procesión de San Roque
en la tarde del día 16 -a la que algún día no lejano dedicaré una página
especial en homenaje al barrio, creo que se lo merece. Conviene añadir el
festival taurino en la tarde del tercer día;, los consabidos concursos y
competiciones deportivas; la comida multitudinaria en el polideportivo
desafiando al calor ambiente, un acontecimiento de convivencia donde la gente
se lo pasa bien, dando la debida cuenta de una docena de calderetas (300 kilos
de carne extra) que cocinan los hombres, auténticos expertos y con inquietudes
de superación cada año. Y como cierre de fiesta el espectáculo de variedades
artístico-musical, que suele ser de la complacencia de la gente mayor, éste año
con la participación estelar de Kira Palmer y Carlos Vargas ¡Casi nada,
amigos…! ¡Ah!, y con una buena parte de la juventud recogida en las casetas de
sus peñas respectivas en horas de la tarde, una particularidad todavía
reciente, que va tomando cuerpo y se va consolidando cada año en las fiestas
de nuestro Santo Patrón. Bienvenidas sean, si con ellas se suple el clásico botellón de otros años.
Excepción
hecha de la lluvia inoportuna en la mañana del día 16, que como se ha dicho impidió
celebrar la procesión, aunque no la solemnidad de la Misa, nada ha habido que
lamentar, que yo sepa, en estas Fiestas Patronales del presente año. El pueblo se
volverá a quedar en mínimos dentro de cuatro días, mientras que los demás, los
olivareños de fuera, entre los que me cuento, nos iremos marchando con la
ilusión de volvernos a juntar dentro de un año.
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