lunes, 22 de septiembre de 2014

FINAL DE VERANO




       Nos gusta venir al pueblo en todo tiempo, aunque en realidad es un ejercicio que practicamos poco. Paquita y yo solemos pasar en él un mes cada verano. Pero hay unas fechas que para mí son especialmente atractivas, unos días en los que Olivares tiene un especial encanto; con ello me refiero a la decena central del mes de septiembre, cuando los fuertes calores del verano se han ido moderando y los molestos rigores del invierno están todavía por llegar. De los veraneantes apenas queda un pequeño residuo, cuatro de ellos, que emprenderán la huída con los primeros fríos.
        A la entrada del otoño la actividad de mis paisanos ha vuelto a reiniciarse. Los agricultores andan ocupados con la segunda cosecha, la de los girasoles, en plena campaña de recogida. La temporada, por lo que dicen, no ha sido de las mejores. Las cosechadoras han vuelto a aparecer por los caminos, por las parcelas del girasol, y en algunas eras se pueden ver los montones de pipas de los cosecheros y de los compradores.
        No hace frío. Alguna noche me he atrevido a salir por las Arrevueltas en mangas de camisa, sin notar apenas el descenso de la temperatura a la hora de las estrellas, cuando en las iluminadas calles del pueblo el silencio es completo y uno advierte en cada rincón, en cada esquina en penumbra, un hálito de misterio. El mirador hacia los campos desde el pretil de la Iglesia es uno de mis lugares preferidos, también en estas noches cerradas que dan paso el otoño, cuando todo es silencio. Tiempo para buscar entre los pliegues de la memoria lo que fueron aquellos años de infancia, en los que a tantos de mi generación nos entró, como por ósmosis, el cariño a nuestro pueblo. Decía Flaubert que “a quien ha mordido la tierra, le queda su sabor entre los dientes”;  y debe ser verdad.


        Y a la luz de las farolas adosadas al muro, la portada neoclásica de la Iglesia; una de las imágenes que mejor guardamos en la memoria. Dentro de la iglesia -me dice la imaginación- la oscuridad será absoluta y el silencio total, rotos quizás por la luz de la lamparilla que anuncia que Dios está allí, y por los chasquidos de la cubierta que denuncian que las obras de restauración fueron un fraude sin piedad, del que hasta la fecha nadie se ha hecho responsable; que en los trapicheos de la oficialidad alguien jugó sucio, alguien decidió que los materiales fueran inapropiados y del más bajo coste posible, un tente mientras cobro, un ejemplo palpable del trabajo mal hecho, cuando en el proyecto figuraba algo muy distinto. Olivares, sí, ha recuperado su iglesia, que no ha mucho vimos en estado de ruina; pero las cosas pudieron haberse hecho bastante mejor.


        En estos días he podido comprobar el celo de los últimos sacerdotes por acondicionar la iglesia y todo su entorno con arreglo a los nuevos tiempos, con lo que el pueblo merece y con las necesidades inherentes a una feligresía en la que abunda la gente mayor. La vieja sacristía, que había sufrido los efectos propios de una antigüedad de siglos, más los muy particulares ocasionados por las últimas obras, necesitó ser renovada partiendo de cero; de forma que aquella cajonera donde se guardaban los viejos ornamentos litúrgicos: albas, casullas, capas pluviales y demás, los pocos vasos sagrados que quedaron después del famoso robo en el que desapareció, entre otras piezas de valor, la famosa custodia que tuvimos, ha sido necesario renovarlo en su totalidad, partiendo de unos fondos inexistentes, que los últimos párrocos, don Germán primero, y don Daniel después y definitivamente, se impusieron como meta conseguir contando con la generosidad de los hijos del pueblo, residentes y ausentes, pero que sus costes están todavía sin cubrir en una buena parte, a pesar de los donativos que hemos ido aportando algunos de los que nacimos aquí; pues aquí nos bautizaron, aquí se hicieron los funerales de nuestros padres, varios de vosotros os casasteis aquí, es nuestro pueblo, y por motivos varios tenemos la responsabilidad de arrimar el hombro en favor de nuestra iglesia, que de algún modo es en nuestro propio favor. La cantidad de dinero empleada ha sido importante y a ella debemos responder en la medida que cada uno pueda hacerlo. Acompaño dos fotografías con sendos detalles de lo que es la sacristía en este momento.
        Con el fin de facilitar la colaboración a todos cuantos seguís mi blog, y que como yo, también vivís fuera, os dejo el número de la cuenta de nuestra Parroquia de la Asunción, en la que podéis ingresar lo que buenamente esté a vuestro alcance, y que es la siguiente:

                       IBAN ES98, número 2105 5063 7730 10003496

        Ahora, invitaros a que os deis una vuelta por el pueblo durante estos días. Es tiempo de uvas, de higos, de zarzamoras, de almendrucos, de pipas de girasol, de preparar el tomate en conserva… Con la inevitable nostalgia de la despedida, que me ha impulsado a contaros estas cosas, vaya como final el saludo a todos mis paisanos; más afectuoso si cabe a los que vivís más lejos. También a los que os quedáis en él pueblo durante todo el año, naturalmente.

        

martes, 19 de agosto de 2014

PASARON LAS FIESTAS DEL SANTO NIÑO



Con penas y con glorias, como debe ser, más de lo segundo que de lo primero, pasaron por este año nuestras fiestas mayores en honor del Santo Niño, nuestro Patrón.
            Las crónicas sobre acontecimientos festivos de este tipo, en los que todos somos juez y somos parte, suelen llevar una importante carga de subjetividad. Dicho esto, debo hacer constar que las fiestas de este año 2014 han roto en buena parte el ritmo de ediciones anteriores. Hay cosas que han mejorado, y otras cuyo cambio no parece haber estado al gusto de todos, cosa, como sabido es, imposible de conseguir. La nueva Comisión de Fiestas se habrá dado cuenta, mejor que nadie, de los posibles fallos, y estoy seguro de que en la próxima edición se irán resolviendo, dentro de lo posible.
            De entre los aciertos, se me ocurre destacar el Circuito Ciclista en la mañana del día 15 por varias de nuestras pistas, caminos y senderos del término, con un importante número de participantes; también la gratuidad del servicio de cerveza en la Comida Popular del día 18 -con todos sus riesgos, ante el posible abuso, que siempre se da-, y la comida en sí, donde una vez más ha quedado demostrada la profesionalidad de nuestros cocineros. En el encierro de los toros, con carreras por las calles próximas a la plaza, me han contado que se divirtió la gente. De entre los errores, por permanecer escrito para la posteridad, la cantidad de faltas ortográficas que aparecen en el libro de fiestas, fallo en el que comprometo a quien escribiera los textos, y especialmente a la imprenta, que tiene la obligación de corregirlos. En nuestro pueblo la gente es más culta, como veremos enseguida, de lo que canta el libro. Las bufonadas de cada año, siguen apareciendo, como fenómeno inevitable.   


            Me gustó el Pregón de Fiestas, que este año corrió a cargo de Josefina García Lozano. Estupendo. Josefina ha sido la primera mujer, hija del pueblo, que ha corrido con el pequeño riesgo que supone el dirigirse al vecindario desde el estrado de la Plaza, con su personal mensaje en el que Olivares es siempre el exclusivo protagonista. Josefina es la hija menor de mi amigo Antonio García (“El Cacharrero”, para que os podáis situar), ya fallecido, y de María su mujer, de tan feliz memoria. Josefina es, salvo mejor opinión, la olivareña que goza de un expediente académico de mayor altura y variedad; pues estamos hablando de una Licenciada en Psicología, Doctora en Economía, Catedrática de Organización de Empresas y Recursos Humanos, y Rectora de la Universidad Católica de Murcia, ¿hay quien dé más? Posición social y académica brillante, conseguida a base de esfuerzo y de una indudable calidad humana. Como toda persona bien preparada y con tales valores, es una mujer sencilla, amable, que centró su interesante pregón en el álbum de recuerdos que ella conserva acerca de su niñez y juventud en Olivares, con nombres de lugares y de personas que marcaron su carácter y guarda, agradecida, en la celdilla de sus mejores afectos. Una olivareña ejemplar.
            Personas así, repartidas por el mundo, son las que engrandecen nuestro pueblo. Josefina, a la que apenas conocía, ha sido para mí, y creo que para muchos de nuestros paisanos, un luminoso descubrimiento.     

            A uno de los actos, minoritarios, pero no por eso menos importante que los demás, al que no suelo faltar, es al que en día y hora fija tiene lugar en el barrio de San Roque desde el año 1969. Me refiero a la procesión con el Santo por las calles principales del barrio, y al modesto ágape de cortezas, cacahuetes y zurra, con el que el vecindario acostumbra invitar a cuantos compartimos con ellos su pequeña fiesta. El día 16, según el calendario, se celebra en infinidad de lugares la fiesta dedicada a este santo Perugino, que cuenta desde hace siglos en nuestro pueblo con una ermita dedicada a él, en la que, una vez restaurada, se suelen celebrar algunos actos de culto.

            Pues bien, los vecinos de este barrio, presentes durante todo el año, o ausentes como son la mayoría, decidieron que su participación en el programa general de fiestas fuera un hecho que convendría conservar, y a fe que lo viene consiguiendo a fuerza de empeño y de dar a la tradición la importancia que merece. Un acontecimiento modesto, pero entrañable y familiar, que consiguen mantener sin ningún tipo de ayuda, por lo que no tienen compromisos ni protocolos a los que ajustarse, sino a la buena voluntad de la gente y al cariño por su barrio, sin duda uno de los más antiguos y queridos del pueblo. Julio Lorca me ha contado que subsisten en lo económico gracias a la venta de cien décimos de lotería de Navidad, con un recargo de dos euros por décimo, y que con eso todavía les queda hasta un pequeño remanente. No se trata de una asociación organizada como tal con cargos y reglamentos, si lo fuera, seguramente que funcionaría bastante peor.

            Al año que viene, si Dios quiere, otro poco.          

sábado, 9 de agosto de 2014

"EL MIRADOR"



Venir al pueblo y encontrase con novedades como ésta de la que hoy vamos a hablar, es un motivo de verdadero gozo. El despoblamiento general, incluso abusivo y preocupante del medio rural, con especial incidencia en miles de pueblos de Castilla, entre ellos el nuestro, debiera llevarnos a evitar, con todos los medios a nuestro alcance, que el lugar de nuestro nacimiento, nuestra pequeña patria, no acabe desapareciendo por desinterés de los que son y de los que fuimos sus moradores. Pienso que si todos, de una manera u otra nos volcásemos en favor de nuestro pueblo, las cosas posiblemente irían bastante mejor.
            Quienes contamos con una edad que ya empieza a parecernos respetable, conocimos aquel otro Olivares de sesenta años atrás, con un censo en torno a los 2.000 habitantes; no quiero pensar en que hoy esa cifra pueda ser una quinta parte de lo que antes fue, como población de hecho.

            Salvador Toledo, “Salva”, ha dado un paso adelante a la vida de nuestro pueblo con una obra magnífica: “El Mirador”; una especie de merendero al aire libre preparado a conciencia, que es, además de un importante servicio al vecindario, un lugar ideal para que, empezando por nosotros mismos, nos vayamos convenciendo de que Olivares es un pueblo hermoso, a donde gusta y vale la pena vivir, con parajes y horizontes irrepetibles, que es justo apreciar en todo su valor.
            “El Mirador”. -Amplio espacio; unos costosos trabajos de adaptación del terreno hasta convertirlo en el mejor observatorio sobre nuestros campos que cabe imaginar, y como fondo las aguas del pantano en la ribera-, es algo que invita a sentirse orgullosos del pueblo en donde nacimos. Si pasáis por aquí, lo encontraréis como a cien metros de la Plaza de Toros, antes de llegar a ella. Las fotografías que adjunto, tal vez os sirvan para completar la idea, que, con palabras, pudiera resultar confusa e inexacta.
  Meriendas, servicio de barbacoa, toda clase de bebidas refrescantes y de consumo habitual, que con prontitud y gusto sirven unas atentas jovencitas del entorno familiar: Clara, hija de Salva, con la ayuda de sus primas a ciertas horas y en ciertos días; Eduardo, en el mostrador de un amplio salón interior, donde queda la pantalla grande de un televisor con espacio suficiente para los días en los que el tiempo no acompañe, y Lola, la esposa de Salva, a la que supongo dirigiendo todo aquello. Estupendo equipo humano, pese a no contar con mayor experiencia en esos menesteres. Y Salva, de quien nació la idea lo es todo.

            No sólo en fiestas -que ya las tenemos dentro de cuatro días-, sino durante todo el verano y mientras el tiempo lo haga posible, contamos con este importante establecimiento a nuestro servicio, que personalmente aplaudo, a la vez que aconsejo a propios y forasteros que se aprovechen de él, respiren los aires puros que suben de la Vega, y disfruten, con la vista y con el corazón, del incomparable espectáculo de nuestros campos a cielo abierto, desde este escogido balcón. Olivares cuenta desde ahora con un nuevo valor. Una buena noticia. 

lunes, 4 de agosto de 2014

"CUADERNO DE RECUERDOS"


Hace sólo unos días concluí un trabajo que llevaba pendiente realizar desde hace varios años. Me ha ocupado cuatro meses, con varias horas al día  Me refiero a  mis Memorias, que con una extensión de doscientos folios, concluí el pasado día 26 del mes de julio. Es un trabajo extenso, de doscientos folios a un sólo espacio, donde he dejado escrito lo más importante de mi vida que aún guardo en mi memoria, desde mi nacimiento el 19 de marzo de 1939, hasta la llegada de mi nieto en el mes de noviembre del pasado año. El trabajo lo titulo “Cuaderno de Recuerdos”, en el que Olivares, como es de justicia, ocupa una buena parte de los tres primeros capítulos. Precisamente del Capítulo II, extraigo uno de los folios, que literalmente paso al blog, para conocimiento de los más jóvenes y para recuerdo de los que ya no son tanto, y a los que, seguramente, les tocó vivir momentos similares. Una vida da para mucho. El texto es éste, al que acompaño con una fotografía de la época.



“Recuerdo con nostalgia aquellos inviernos fríos, de nevadas tremendas que a veces dejaban aislada nuestra casa del resto del pueblo; cuando ponía cepos en el corral para cazar pájaros y con un poco de suerte me pasaba un par de días sin ir a la escuela. En aquellas ocasiones, mi padre decía que si la nevada nos cogía con pan en el escriño y tabaco en el cajón de la mesa de su habitación, el problema no tenía importancia. Y es que el Barranco del Pilar se ponía intransitable de barro durante algunos días, los coches por la carretera subían despacio y muchos camiones se ayudaban del gasógeno, una especie de bidón con fuego dentro, para caminar y ahorrar combustible.
            Los vecinos, que éramos cuatro o cinco en edad similar, se venían a mi casa a jugar a la pelota en el porchao y a columpiarnos en la cuadra con un mecedor de soga. Por la noche, algunos vecinos de los mayores también se venían a casa a trasnochar junto a la estufa de leña, a escuchar la radio con los discos dedicados de Radio Andorra, mientras que los hombres pasaban la velada jugando a la baraja, a un juego que nunca entendí y le llaman “el truque”. Cuando había en casa algún maestro de pensión, también se aplicaba al juego de las cartas; los tantos los solían contar con habichuelas.
            Cuando llegaba el verano había veces que mi primo Rafa y yo nos bajábamos con mi abuelo Atilano a la ribera, y nos pasábamos unos días viviendo en la casilla. Nuestra misión era la de arrear a la burra que tiraba de la noria, coger hierba (ababoles y verdulaga) para los conejos, y bañarnos en el vado del río a la sombra de los árboles, en traje de Adán. Cuando se bañaban las mujeres, mis tías y otras de las huertas vecinas, lo hacían en combinación; momentos en los que no solía faltar algún observador furtivo al acecho escondido entre la maleza.
            En la casilla de la huerta, con sólo dos departamentos separados por un sencillo tabique y puerta de entrada, uno para uso de las personas y otro para las caballerías. Por las noches no teníamos más luz que la de un candil de aceite. Mi abuelo solía hacer la comida; era un experto en las patatas con carne y en el arroz con conejo. Muchas veces me he acordado después de aquellos arroces con conejo y de las patatas con carne que comíamos, sentados alrededor de la sartén y la redoma del vino funcionando, a la sombra de la sarmentera que había delante de la puerta de entrada. La hora del descanso en el trabajo y la comida era la una del medio día. Mi abuelo hacía sonar a esa hora una llanta de coche a modo de campana, que tenía colgada de la sarmentera con ese fin. En todas las huertas cesaba el trabajo a esa hora. Había momentos en los que Rafa y yo nos olvidábamos de vigilar a la burra y de coger hierba para los conejos, en tanto nos poníamos a hacer molinos de junco que poníamos a girar con la corriente del agua por la madre, o canal por el que corría el agua que salía de la noria. Cuando el abuelo notaba que no le llegaba el agua para el riego, porque se había parado la burra, se quitaba la correa y se venía hacia nosotros gritando, para dar tiempo a que saliéramos corriendo; jamás nos pegó.

            Los sábados por la tarde o vísperas de las grandes fiestas de verano, subíamos con el carro de mulas otra vez al pueblo.”

lunes, 23 de junio de 2014

CORPUS CHRISTI 2014




Se lo había prometido a Mercedes, la esposa de Julián Jiménez, que en la fiesta del Corpus de este año, ellos y el altar de su casa al paso del Señor por las calles del pueblo, desempeñarían un importante papel en la correspondiente entrada del blog con referencia a ese día. A Paquita y a mí nos gusta pasar la Fiesta del Corpus en Olivares, entre otras cosas por tratarse de una fiesta que, por cuanto a su carácter religioso, se vive con un importante sentido de la responsabildad, como no debería ser de otra manera. El hecho de que el Señor, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, al que tenemos como Patrón en su advocación de Niño, salga por nuestras calles, y que la gente le agasaje siguiéndolo en la procesión, es algo que dice mucho a favor del pueblo; de ahí que sea uno más de los motivos de orgullo para nosotros, que la gente demuestra cada año con los pequeños altares que tienen por costumbre instalar en las puerta de sus casas, y que en esta ocasión han sido ocho, a cual más lujoso, más piadoso y más bonito.

        Pues bien; con lo que no contaba yo es que una circunstancia, muy feliz por cierto, como es el recibir el Sacramento de la Eucaristía por primera vez uno de mis sobrinos, en Valverde, nos iba a impedir acompañar al Señor en ese día por las calles de Olivares, si bien, lo hicimos también de mil amores, por las calles de Valverde; aunque uno echó en falta los altares, los cánticos devotos de nuestra gente, y el fervor de los olivareños en torno a la Eucaristía bajo palio, en esta ocasión portada por don Daniel, nuestro joven párroco.


        Que haya podido salvar la situación como si nada hubiese ocurrido, se lo debo agradecer, también en nombre de nuestros habituales lectores, a José Camacho, un rendido enamorado de nuestro pueblo que estuvo por allí, y me ha enviado, puntual por email, unas cuantas fotografías tomadas en la mañana de ayer, de las cuales he cogido dos, que son las que aquí se exponen; a saber: una instantánea de la procesión, al iniciar la bajada por la puerta del Cura, y una simpática pose al lado de a su altar, de Mercedes junto a otras amigas y familiares, con lo que me ha sido posible cumplir mi propósito. José Camacho es yerno de Venancio y de Francisca, al que con su mujer y otros familiares solemos encontrar por el pueblo con relativa frecuencia, sobre todo en verano y en algunos fines de semana.

        La tercera de las fotos es la de un niño de Primera Comunión, Mario, el nieto de mi hermana Pili y de mi cuñado Jesús, hijo de Luis y de Olga, sus felices padres; un chaval sencillamente fantástico, de sobresaliente en el colegio y, con un poco de suerte, futuro jugador del Real Madrid, con cuyos infantiles se entrena. Un niño con un sentido de la responsabilidad impropio de su edad, y apasionado por lo que la gente llama el deporte rey; lo que demuestra la foto que ayer le hice en la puerta del restaurante en el que comimos, y donde, como bien se merece, recibió el homenaje cariñoso de una buena parte de su familia, hasta la tercer generación, entre los que me cuento.        

lunes, 12 de mayo de 2014

FIESTA DE LA VIRGEN DE UCERO




Desde mis años de adolescencia que asistí a esta fiesta por última vez, tan entrañable y tan querida por la gente de nuestro pueblo, no había vuelto a esa cita anual hasta la tarde de ayer. Todo es distinto; en primer lugar por el sitio en donde se celebra: Por entonces, y así desde hacía siglos, lo era en la aldea de Ucero; ahora, en el pueblo de Villaverde en la casa de Flor. En la antigüedad éramos gentes de Olivares los que de manera casi exclusiva solíamos asistir en romería, el segundo domingo del mes de mayo a compartir su fiesta con las cuatro o cinco familias de lugareños, en la ermita local, dependiente de nuestra iglesia. En la nueva modalidad de la fiesta, y por lo que pude comprobar ayer, somos mitad por mitad los que asistimos de ambos pueblos; entonces era una romería, ahora es un encuentro de buena amistad patrocinado y sostenido por Flor, una ucereña de casta y de corazón grande, a cuya costa se continúa celebrando la fiesta, que con distinto cariz, pero siempre con la imagen tardorrománica de la Virgen del Lucero como única protagonista, se sigue celebrando.

            En aquellos nuestros tiempos de juventud la fiesta duraba todo el día: Santa Misa, procesión con la imagen en torno a la aldea, comida de campo al aire libre por grupos de familia, y como resultado un hermoso día de convivencia que se repetía cada año. Ahora, ayer, fueron sólo dos horas de estancia las que ocupó la fiesta: acogida de fieles por la anfitriona en la capilla de su propia casa en honor de la Virgen con su sagrada imagen; Misa vespertina celebrada por el párroco del lugar y cantada por el grupo "Alajú", y generosa invitación de zurra, magdalenas -riquísimas, por cierto-, que al menos en mi caso ha servido para recordar aquellos años, ya lejanos, de juventud, con los sembrados como testigos en aquel bellísimo panorama de campos ondulantes, faltos de agua casi siempre por estas fechas (de lluvia, entiéndase, no de la embalsada, que de esa hay para dar y tomar), y el canto de súplica de mis paisanos y paisanas que comenzaba así:

            “Virgen del Lucero,
            Poderosa Madre,
            Mándanos el agua,
            No nos desampares…”

            Y que ayer, tímidamente, veladamente, volvió a resonar en gargantas que lo habían olvidado en muchas de sus partes, pero que firmaron el compromiso de volverlo a recuperar, y volverlo a catar, como durante siglos quizás los hicieron sus abuelos.


            En el libro que hace casi veinte años escribí dedicado a nuestro pueblo, hay un capítulo dedicado a esta fiesta. En él se dicen muchas cosas, y de él transcribo el siguiente párrafo, que es una invitación al recuerdo:
         «A eso de la media mañana se oye a distancia sonar por los sembrados el campanillo de la ermita, avisando a los que llegan que la Misa empezará de un momento a otro. Las gentes se van acomodando por los alrededores del caserío, a la sombra de los árboles si los hay o de sus carruajes en pequeños grupos de familia. El sonoro esquiloncillo da el último toque. Como la ermita resulta pequeña, decenas de asistentes han de seguir la ceremonia desde el exterior. Al terminar el acto religioso dentro de la ermita, se saca en procesión la imagen de la Virgen que da la vuelta entera un par de veces por los alrededores de las casas. El público fiel camina detrás de las andas entonando cantos de súplica, que los campos de la aldea oyen repetir cada año.»


lunes, 17 de marzo de 2014

OTRO VIAJE FUGAZ A NUESTRO PUEBLO


Desde el día de Todos los Santos del año pasado -casi a cinco meses de distancia- no había vuelto al pueblo. Las inclemencias del invierno, el frío de las casas, la corta afluencia de paisanos de esos que sólo se ven de tarde en tarde, aconsejan llegar a Olivares cuando el tiempo atmosférico ofrece algunas garantías. Pues bien, con un fin de semana que se anunciaba como preludio de la primavera, nos hemos decidido Paquita y yo a pasar unas cuantas horas en el pueblo (la tarde del sábado y todo el domingo). No ha habido mucha gente, esa es la verdad, de los que vivimos fuera. Los días estupendos, mejor fuera de casa.
            Como novedades que más nos han llamado la atención, dos principalmente. Una de ellas la cantidad de agua que ha cogido el pantano, que nos recordaba aquellos años primeros en los que se llenó casi en toda su capacidad; y otra novedad la ampliación que han dado al cementerio, importante, muy grande, con lo que ahora le han añadido puede tener una superficie doble, sin exagerar, de lo que fue en su origen. Me ha parecido una buena noticia.
            Por otra parte, los campos de los alrededores son durante estos días todo un festival de flores blancas, rosas y violetas, en los árboles frutales y arbolillos que rodean al pueblo, llevándose la palma por su número las flores de los almendros. Ahí os dejo la muestra: un árbol viejo, de aquellos que van quedando tan pocos, por lo que en otro tiempo fueron las eras de Las Columnas. 

sábado, 4 de enero de 2014

FELIZ NOCHE DE REYES


Hace tanto tiempo que no voy por el pueblo...; así que por una vez y sin que sirva de precedente no encuentro nada que contar referente al vivir de cada día en Olivares. Sé que está lloviendo estos días y que los agricultores están por ello muy contentos, lo celebro.
            Cuando se está lejos del pueblo y se van cumpliendo años, uno recuerda con una fuerte dosis de nostalgia aquellos años jóvenes por estas fechas: el baile, las correrías después de cenar por las calles del pueblo a toque de acordeón, las partidas de cartas en los camastros de las cuadras (sí, sí, como lo cuento) con la bota de tinto no muy lejos y alguna sartén de chorizos cerca, las juergas de sana amistad en El Frenazo, en fin…, momentos felices que los que tenéis menos de cincuenta años ni conocéis, ni creeréis seguramente.
            Cada edad tiene sus páginas blancas, sus páginas grises y sus páginas negras. En mi casa y en mi familia estamos viviendo días felices tras la llegada de Andresito, mi nieto, morenito como podéis ver, pero simpático y listo como él solo. Nacido en Etiopía en junio de 2010. Con sus tres años, y sólo mes y medio de estancia en España, se defiende en español como un machote, dentro de lo cabe, naturalmente. Todo un crack.

            Como regalo de Reyes a mis amigos y paisanos, ahí os lo dejo con Paquita, su abuela, que, como yo, está viviendo una nueva segunda o tercera juventud.