Con
penas y con glorias, como debe ser, más de lo segundo que de lo primero,
pasaron por este año nuestras fiestas mayores en honor del Santo Niño, nuestro
Patrón.
Las crónicas sobre acontecimientos
festivos de este tipo, en los que todos somos juez y somos parte, suelen llevar
una importante carga de subjetividad. Dicho esto, debo hacer constar que las
fiestas de este año 2014 han roto en buena parte el ritmo de ediciones
anteriores. Hay cosas que han mejorado, y otras cuyo cambio no parece haber
estado al gusto de todos, cosa, como sabido es, imposible de conseguir. La
nueva Comisión de Fiestas se habrá dado cuenta, mejor que nadie, de los
posibles fallos, y estoy seguro de que en la próxima edición se irán resolviendo,
dentro de lo posible.
De entre los aciertos, se me ocurre
destacar el Circuito Ciclista en la mañana del día 15 por varias de nuestras
pistas, caminos y senderos del término, con un importante número de
participantes; también la gratuidad del servicio de cerveza en la Comida
Popular del día 18 -con todos sus riesgos, ante el posible abuso, que siempre
se da-, y la comida en sí, donde una vez más ha quedado demostrada la
profesionalidad de nuestros cocineros. En el encierro de los toros, con
carreras por las calles próximas a la plaza, me han contado que se divirtió la
gente. De entre los errores, por permanecer escrito para la posteridad, la
cantidad de faltas ortográficas que aparecen en el libro de fiestas, fallo en
el que comprometo a quien escribiera los textos, y especialmente a la imprenta,
que tiene la obligación de corregirlos. En nuestro pueblo la gente es más
culta, como veremos enseguida, de lo que canta el libro. Las bufonadas de cada
año, siguen apareciendo, como fenómeno inevitable.
Me gustó el Pregón de Fiestas, que
este año corrió a cargo de Josefina García Lozano. Estupendo. Josefina ha sido
la primera mujer, hija del pueblo, que ha corrido con el pequeño riesgo que
supone el dirigirse al vecindario desde el estrado de la Plaza, con su personal
mensaje en el que Olivares es siempre el exclusivo protagonista. Josefina es la
hija menor de mi amigo Antonio García (“El Cacharrero”, para que os podáis
situar), ya fallecido, y de María su mujer, de tan feliz memoria. Josefina es,
salvo mejor opinión, la olivareña que goza de un expediente académico de mayor
altura y variedad; pues estamos hablando de una Licenciada en Psicología, Doctora
en Economía, Catedrática de Organización de Empresas y Recursos Humanos, y
Rectora de la Universidad Católica de Murcia, ¿hay quien dé más? Posición
social y académica brillante, conseguida a base de esfuerzo y de una indudable
calidad humana. Como toda persona bien preparada y con tales valores, es una
mujer sencilla, amable, que centró su interesante pregón en el álbum de
recuerdos que ella conserva acerca de su niñez y juventud en Olivares, con
nombres de lugares y de personas que marcaron su carácter y guarda, agradecida,
en la celdilla de sus mejores afectos. Una olivareña ejemplar.
Personas así, repartidas por el
mundo, son las que engrandecen nuestro pueblo. Josefina, a la que apenas
conocía, ha sido para mí, y creo que para muchos de nuestros paisanos, un
luminoso descubrimiento.
A uno de los actos, minoritarios,
pero no por eso menos importante que los demás, al que no suelo faltar, es al
que en día y hora fija tiene lugar en el barrio de San Roque desde el año 1969.
Me refiero a la procesión con el Santo por las calles principales del barrio, y
al modesto ágape de cortezas, cacahuetes y zurra, con el que el vecindario
acostumbra invitar a cuantos compartimos con ellos su pequeña fiesta. El día
16, según el calendario, se celebra en infinidad de lugares la fiesta dedicada
a este santo Perugino, que cuenta desde hace siglos en nuestro pueblo con una
ermita dedicada a él, en la que, una vez restaurada, se suelen celebrar algunos
actos de culto.
Pues bien, los vecinos de este
barrio, presentes durante todo el año, o ausentes como son la mayoría,
decidieron que su participación en el programa general de fiestas fuera un
hecho que convendría conservar, y a fe que lo viene consiguiendo a fuerza de
empeño y de dar a la tradición la importancia que merece. Un acontecimiento
modesto, pero entrañable y familiar, que consiguen mantener sin ningún tipo de
ayuda, por lo que no tienen compromisos ni protocolos a los que ajustarse, sino
a la buena voluntad de la gente y al cariño por su barrio, sin duda uno de los
más antiguos y queridos del pueblo. Julio Lorca me ha contado que subsisten en
lo económico gracias a la venta de cien décimos de lotería de Navidad, con un
recargo de dos euros por décimo, y que con eso todavía les queda hasta un
pequeño remanente. No se trata de una asociación organizada como tal con cargos
y reglamentos, si lo fuera, seguramente que funcionaría bastante peor.
Al año que viene, si Dios quiere,
otro poco.
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