martes, 30 de octubre de 2012

UNAS HORAS EN EL PUEBLO



        Estuve en Olivares días atrás y encontré al pueblo demasiado solo, ni una persona por las calles. Tarde de sol que aprovechamos para bajar al cementerio y dar un paseo por el campo. El tiempo empeoró a las pocas horas. Días antes las lluvias habían sido generosas con los campos sedientos del término (sesenta litros llegaron a caer en un solo día). El pantano ha empezado a flaquear visiblemente, con arreglo a o que había sido algunos meses antes. Y las lluvias han comenzado a perjudicar, de formas muy dañina, a nuestra iglesia recién restaurada; pues le entra el agua del tejado por todas partes, y lo que es peor, por sitios inaccesibles, como puede ser por detrás del retablo del Santo Niño, donde sus consecuencias son más difíciles de evitar.
        Han pasado tres o cuatro años desde que se rehabilitó la iglesia y la situación resulta realmente lamentable en época de lluvias. Las maderas crujen en las mañanas del verano al menor cambio de temperatura; algunas de las maderas transversales -finas y muy separadas una de otra- se llegaron a romper en los primeros días. Todo de manera incomprensible, sin otro motivo al que achacarlo que al fatal trabajo que se hizo en su día con el fin, ramplón e injustificable, de ahorrar en materiales. Pues toda la cubierta consiste en un fondo de madera (tabla o similar más o menos gruesa), y sobre ello directamente las tejas, sin una capa intermedia de onduline, o de cualquier otro producto al uso, que evite el paso del agua y que a la vez actúe como aislante, del calor en verano y del frío en los días de invierno.

        No debemos olvidar que la iglesia es el único monumento a considerar en nuestro patrimonio artístico, y de ella, el retablo mayor es de lo mejor que existe en toda la diócesis de Cuenca. ¿Que la dotación presupuestaria de la Junta de Comunidades fue suficiente  como para que las cosas se hiciesen de otra manera? Es posible que fuera así; pero la verdad es que no se hicieron de manera correcta. Entramos pues en el complicado terreno de las malas artes, tan al día cuando se trabaja con dinero público. Pero, a alguien habrá que pedir responsabilidades y, desde luego, exigir la reparación inmediata de manera satisfactoria. Es parte del patrimonio artístico de la Comunidad Autónoma, y no estamos dispuestos a verla en la situación semirruinosa en la que estuvo antes, como se puede apreciar en la segunda de las fotografías, por el inaceptable motivo de haberse hecho las cosas mal.         

miércoles, 10 de octubre de 2012

OLIVARES EN "TIERRAS DE CUENCA"



Un prestigioso periodista, amigo y domiciliado en Cuenca, José Luís Muñoz, hace algunos años que se propuso la tarea de escribir una colección de libros con el título genérico de “Tierras de Cuenca”, en la que se ha propuesto visitar, conocer, y escribir un puñado de páginas sobre cada uno de los pueblos de la provincia. Trabajo ímprobo, pero apasionante, del que he podido disfrutar igualmente durante varios años con referencia a los pueblos de Guadalajara.

            Sin prisa, pero sin otra pausa que la que impone el trabajo profesional, José Luís Muñoz va recorriendo la provincia, dividida previamente en comarcas geográficas o históricas, a cada una de las cuales está dedicando un libro. Su sistema es el de andar, ver y contar (escribir en este caso), tomar algunas fotografías de los motivos más representativos de cada lugar, orientarse por algún o algunos paisanos de cada sitio, y con ello, y su bien demostrado talento como autor y buen conocedor de la provincia, sacar a la luz cada cuanto tiempo un tomo más.
            Hace sólo unos días me envió el tomo 9 de esta colección, El sueño eterno. Al borde de Alarcón, publicado recientemente en colaboración con la Excma. Diputación Provincial de Cuenca. Las páginas de la 21 a la 30, ambas inclusive -de este formidable volumen de más de doscientas-, están dedicadas a Olivares, con seis fotografías en color que sirven de apoyo a la exquisita calidad del texto. El resto lo ocupan otros pueblos, desde Belmontejo hasta Alarcón, pasando por Valverde, Villaverde, Hontecillas, Piqueras del Castillo, Barchín del Hoyo, Buenache, Honrubia, La Almarcha y media docena de pueblos más, relacionados por la historia o por la proximidad, con la histórica villa de Alarcón.
            Asesorado sobre la marcha por personas del pueblo, como Orosia, del barrio de San Roque, o Luís Toledo que le acompañó por calles, rincones y fuentes, José Luís Muñoz ofrece en este libro una digna visión de Olivares, un a modo de “flas” con palabras e imágenes, que conviene conocer y conservar. Pienso que no será difícil adquirir un ejemplar, o los que se necesiten, de este libro en cualquiera de las librerías de Cuenca, o dirigiéndose a Ediciones Olcades, que regenta el propio autor, cuya dirección electrónica es la siguiente info@olcades.es

lunes, 20 de agosto de 2012

ACABARON LAS FIESTAS DEL SANTO NIÑO


A horas bien avanzadas de la madrugada de hoy han concluido los actos finales del programa de fiestas en el Lejío, donde por costumbre tienen lugar la mayor parte de los acontecimientos festivos de nuestro pueblo. Para mi uso, y salvo mejor opinión, las fiesta de Olivares se han distinguido en la presente edición por una asistencia importante de público; por unos días de intenso calor; por que los amigos de lo ajeno han hecho algún estrago en los almacenes de las eras (hasta un coche, aparte de otras cosas más que les interesaron, han sido su botín); por que no ha habido desgracia alguna en lo personal, que sepamos, cosa siempre digna de agradecer; y por que el reencuentro entre paisanos que hace tiempo que no se ven, suele ser durante estos días toda una cadena de acontecimientos agradables.


La instalación de una serie de casetas portátiles por las distintas peñas juveniles, frente a las oficinas de la Caja de Ahorros, hay que anotarla como algo novedoso en las fiestas de este año, y de un efectivo resultado para los jóvenes peñistas.
Por cuanto a lo religioso, es justo resaltar el emotivo homenaje a don Germán, el joven sacerdote que ha regido los destinos de la parroquia durante los últimos ocho años; pregonero, además, de las presentes fiestas, quien al concluir la Misa Mayor del día del Niño, recibió los afectos de toda la iglesia a rebosar, con el reconocimiento simbólico de gratitud de una bonita placa conmemorativa, entregada por Pablo, el alcalde, en medio de un aplauso general, largo y cerrado, por parte de los cientos de feligreses

que llenaban el templo, y que nuestro párroco recibió con mal disimulada emoción. Don Germán se marcha como cura encargado de una parroquia de Tarancón, en donde le deseamos lo mejor, a la vez que le agradecemos su estancia entre nosotros, garantizándole sus servicios duran te este tiempo, donde se encontró con una iglesia hundida que era urgente reparar, y con un pueblo enfrentado por motivos que no vienen al caso. Por fortuna, hoy todo es distinto.

En la fiesta particular del barrio de San Roque (la tarde del día 16), un año más nos hemos sentido a gusto. Una fiesta consolidada y entrañable, con su correspondiente procesión por las calles del barrio, y una invitación generosa de un “zurra” excepcional, cacahuetes y cortezas, según costumbre, que es justo agradecer por parte de los asistentes foráneos, entre los que me cuento en calidad de asiduo. En el acto, se bendijo la nueva vidriera de la ermita con la imagen del santo titular, obsequio que fue de Félix Belinchón, vecino del barrio, ya fallecido, de cuya memoria quedará testimonio en la preciosa vidriera que no llegó a conocer, pero que fue su ilusión durante los últimos años que vivió entre nosotros.

Un año nos separa de las próximas fiestas. En sólo unos días el pueblo quedará en su ser natural esperando el otoño, con los cuatrocientos habitantes, más o menos, que viven en él de forma permanente: la quinta parte de los que hace sesenta años llegó a tener. Es nuestro pueblo, el que cada verano por estas fechas nos acoge junto a la imagen menuda de nuestro Patrón, el Santo Niño, presente en la memoria y en el corazón de los olivareños, tanto presentes como ausentes, en un querer común.

(En las fotografías: Procesión del Sasnto Niño por á calle Real; Casetas de las peñas; Don Germán el día de la Fiesta Mayor; y la nueva vidriera de la ermita de San Roque)  

miércoles, 1 de agosto de 2012

CELIA LEÓN, UNA OLIVAREÑA EN VENEZUELA


No sólo es poco frecuente, sino que es un caso insólito el que alguno, o alguna de los nacidos en Olivares, tengan su residencia permanente en otro país. Celia es la única persona -que yo sepa- en la que se da esa circunstancia. Tras la ocupación de nuestra ribera y las mejores tierras del término por las aguas del pantano a mediados del pasado siglo, una de las consecuencias inmediatas fue que se produjera la diáspora de una buena parte del vecindario. Lo fue, por lo general, a otras regiones de España, donde más de un centenar de familias trasladaron su residencia, que después sería definitiva. A países extranjeros también obligó la necesidad de emigrar en busca de trabajo a algunos olivereños; pero siempre por una temporada más o menos larga, que acabaría con su regreso a casa.

Celia León Jiménez, es hija de Aurora y de Augusto; fallecidos los dos, su madre en edad temprana. Cuando sus padres marcharon a Madrid en los años cincuenta, Celia tenía cuatro o cinco años. Con sus padres y con su hermana Esperanza, Celia vivió en la Capital de España hasta que surgió un hecho natural muy importante en su vida: su matrimonio con Fred, iraní de nacimiento, y como consecuencia poco después, su marcha a Venezuela en el año 1979. Hasta entonces, las visitas de temporada al pueblo todos los veranos a casa de la abuela Eloísa y el abuelo Pedro, formaron parte de su juventud, siendo hoy un abundante manantial de recuerdos.

Fred, su marido, que suele venir a España con cierta frecuencia, y a Olivares generalmente algunos días en verano, es director de hotel en la ciudad venezolana de Valencia, donde residen, si bien por razones de trabajo antes tuvieron que fijar su domicilio en otras ciudades de aquel país hispanoamericano.

Celia -si no de profesión, como es el caso de su hermana Esperanza- tiene una importante chispa de artista. Está especializada como afición en la pintura de iconos religiosos, y regenta como trabajo una tienda de artículos (objetos, trajes e indumentaria flamenca) en su ciudad, donde la afición por el folclore flamenco está extendida de forma extraordinaria. De hecho, si ella es en Venezuela una eficiente embajadora del arte flamenco con su trabajo, lo es todavía más su hija Carolina, que ejerce esa recia manifestación del arte hispano como oficio.

Carolina León -su nombre artístico- es un personaje reconocido muy en primera fila en toda Venezuela. Es periodista, pero en aquel país de al otro lado del Atlántico, se la conoce más por su actividad como coreógrafa y profesora de baile flamenco. Regenta una academia con cerca de trescientas alumnas, con las que ha preparado y presentado al público obras tan importantes en ese género como “Bodas de Sangre” de García Lorca, o “Carmen” de Bizet, entre otras. Con su nombre artístico mantiene una página web en la que se da completa noticias de su trabajo en el mundo del arte.

Debo manifestar que tenía verdaderos deseos de saber cosas de Celia, esta olivareña excepcional, lo que conseguí días atrás en un ambiente agradable y familiar en la casa de su hermana Esperanza, aprovechando la estancia de las dos en Olivares. A los temas de conversación relacionados con nuestra protagonista y con su hija Carolina, siguieron otros muy particulares sobre las fiestas del pueblo en sus años jóvenes, y los no menos interesantes sobre la afición a la fotografía de Armando, el marido de Esperanza, especializado en los campos y rincones de Olivares, flores y aves de nuestro entorno, con un amplio muestrario de auténtico profesional. Fantástico. En alguna otra ocasión hablaremos de ello. Una familia de artistas que me han proporcionado el placer de desentrañar y poder sacar a la luz todas estas cosas, en el escaparate informático dedicado a nuestro pueblo.

(En las fotos: Celia con su nietecita Lucía,y su hija Carolina profesora de baile flamenco)

viernes, 27 de julio de 2012

NOTICIARIO A VUELAPLUMA



Olivares. Últimos días del mes de julio. Tiempo de sequía. Tarde con amenaza de tormenta, pero sigue sin llover. El viento y el calor han sido la nota más destacable de la climatología durante la última semans. El ambiente general es bastante más flojo, por cuanto a afluencia de público, que en veranos anteriores. De la próxima fiesta, a menos de veinte días, ni siquiera se habla. Por lo demás, el pueblo está tranquilo. Cada mañana se repiten por las calles las voces de la megafonía de los vendedores de melones, y, cuando cierra la noche, la gente se sale a tomar el fresco a las puertas de las casas o a pasear por los alrededores aprovechando estas apacibles noches de luna. El nivel de las aguas del pantano ha descendido durante los últimos meses, y la crisis, los efectos negativos de la crisis, se están haciendo notar, también en el pueblo.


Quiero que el protagonismo de esta entrada se lo lleven las obras de restauración del atrio de la iglesia en su conjunto, y las mejoras llevadas a término en el cementerio viejo, gracias a la valiosísima participación personal de un grupo de jubilados que un día tuvieron la feliz idea de comprometerse en dignificar los exteriores de la iglesia, con su trabajo desinteresado y eficiente, la participación del vecindario en la compra de materiales a través de la parroquia, hasta ver la obra concluida como podréis ver -sobre todo los que vivís lejos del pueblo- en las fotografías que acompaño.


A riesgo de dejarme sin anotar el nombre de alguno de los que han colaborado en los trabajaos, quiero dar cuenta de que han sido los siguientes: Anselmo Jiménez, padre y hermano respectivamente de don Germán, el sacerdote; los hermanos Julián y Amancio Jiménez, Pepe Buendía, Augusto Domínguez y Enrique Domínguez.


Las obras realizadas han consistido en el recubrimiento y refuerzo del pretil; muro adicional y puerta metálica de entrada al cementerio viejo, además de la reconstrucción de la pared del cementerio que años atrás se desplomó sobre las eras de abajo; recubrimiento con hormigón del pavimento en todo el atrio; y lo más llamativo de todo: una rampa a lo largo de la pared, con su correspondiente barandilla de hierro, y nuevas escaleras frontales en condiciones suficientes como para durar, cuando menos, un par de siglos.


A partir de ahora se puede acceder a la iglesia cómodamente en silla de ruedas y con carritos de niño, algo que iba haciendo falta. Y es que los que antes éramos mozos, hemos dejado de serlo, y varios de ellos, y de ellas, se veían obligados a agarrarse a las columnas de piedra de la portada, para poder entra. Espero que las fotografías que acompaño os puedan servir como la mejor explicación de todo lo dicho.

martes, 12 de junio de 2012

LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI 2012

Hay ciertas fechas a lo largo del año en las que la tantas veces olvidada religiosidad de un pueblo, se pone de manifiesto, incluidas, claro está, las fiestas patronales en las que se saca en procesión la imagen más querida de todos, en nuestro caso la del Santo Niño. No obstante, la que acabamos de vivir en Olivares, como en tantos lugares y ciudades más del nuestro y de otros países de la tierra, está muy por encima en solemnidad y en importancia de todas las demás; pues no es a una imagen, más o menos venerable, a la que acompañamos por nuestras calles, sino al mismo Jesús en esencia, presencia y potencia, como aprendimos en el Catecismo, misteriosamente oculto en el Santísimo Sacramento, expuesto en la custodia que lleva el sacerdote como uno más, pero todo un acontecimiento en el que se le rinde el público homenaje de adoración que, como Dios, merece.
            El pasado domingo, volivió a vivir nuestro pueblo esos momentos de fervor excepcional que cada año se repiten. La fiesta del Corpus Christi, en la que Jesús-Eucaristía vuelve a ser el personaje central de toda la solemnidad del día, tuvo en esta ocasión un motivo singular de celebración, pues fue enriquecida con el acto siempre emotivo de la Primera Comunión de dos niños del pueblo, Mario y Miguel, que con don Germán y don Bernardino, sacerdotes, fueron los personajes centrales durante la Santa Misa, acompañados por sus familiares y por la feligresía toda, que vivimos momentos memorables, y que culminarían, una vez acabada la Misa, con la procesión por las calles del pueblo, con el Santísimo Sacramento bajo palio entre la piedad, la expectación y una lluvia de pétalos de rosas, en los distintos altares (siete u ocho) que a lo largo del recorrido se habían instalado para dar reposo durante unos instantes al Cuerpo y a la Sangre de Cristo a su paso.
            Para los que contamos entre los hijos más maduros (no viejos) del pueblo, la procesión del Corpus por las calles de Olivares nos trae recuerdos entrañables de niñez y de juventud. Nuestros años ya lejanos se hacen presentes en la memoria con hermosas imágenes de un tiempo que se fue. Pese al impacto laicista que de entonces a hoy va minando poco a poco la fe, los valores, y las buenas costumbres en ciertos sectores de la vida española, observamos cómo todavía se conservan momentos emotivos, trascendentes en el correr de los días, que felizmente se mantienen en pie, incluso mejorando como el buen vino con el paso del tiempo. Y éste de la festividad del Corpus Christi en nuestro pueblo es una muestra evidente de lo que acabo de decir, pues lo hemos vivido. Se nota que el Santo Niño sigue ejerciendo su papel protector entre nosotros. Estamos, pues, de enhorabuena.          

lunes, 27 de febrero de 2012

OLIVARES DE JÚCAR (Poema de P.Bárcena)


Don Pedro Bárcena González nació en Castrourdiales (Cantabria) en 1915. Ejerció como Médico en Olivares durante sus últimos años de profesión. Fue un hombre de trato amable -campechano, decían en el pueblo- abierto al trato y con una importante chispa de poeta, como podemos comprobar con los versos dedicados a nuestro pueblo que transcribo a continuación.
Publicó un libro de poemas Velas a la deriva, con más de un centenar de poemas entre los que se incluyen, al menos dos, inspirados y escritos durante su estancia en Olivares. Éste que traigo hoy al blog se titula Olivares de Júcar. Espero que os guste. Por mi parte, va dedicado a su memoria.    


Bosquecillos de Olivares,
en tierras amarillentas,
enjutas y polvorientas,
pedregosas
(más bien losas)
formaciones militares
que desafían al viento,
y al calor en el estío,
y al frío
en los días acerados
de los inviernos helados.
Símbolos del sufrimiento.

El río pasa allá lejos
tendido por la llanura;
vosotros desde la altura
veis su mancha perezosa,
hacia el mar,
que es otra cosa:
es cosa de encantamiento.

Quietos como labradores
engarzados en la tierra.
En la guerra,
vosotros sois vencedores.
Resistentes.
Penitentes.
Milenarios.
Precursores de calvarios.
Retorcidos esperpentos.
Olas cuajadas de mares
que baten remordimientos
¡Qué tenéis en vuestras ramas
que son llamas,
de un fuego que se ha apagado!

¡Ay, Júcar, tus olivares
fueron en otro momento
tus mejores alamares:
que oteaban en la altura,
tu marcha por la llanura,
perezosa,
azarosa,
hacia el mar,
que es otra cosa:
es cosa de encantamiento!

Pero se pasó el momento
y el hombre
del pueblo que dais el nombre,
no da tratos singulares
a vuestra tierra matriz,
ni se está de sol a sol:
hoy agacháis  la cerviz
y vivís en la vaguada
o en la tierra pedregosa:
el sol se ocupa, otra cosa,
y siempre en tierra jugosa
las plantas del girasol.
 Pedro Bárcena. Olivares, 1987 

miércoles, 18 de enero de 2012

EN LA MUERTE DE MI HERMANA ESPERANZA


            Acabo de venir del pueblo. Ayer enterramos a mi hermana Esperanza, fallecida en Madrid víctima de una enfermedad cruel que ha ido acabando con ella poco a poco al lado de sus hijas, de sus hijos y de sus nietas.
            En circunstancias así, cuando se va para siempre una persona a la que has querido tanto, la imaginación se recrea en dedicar largos ratos a perderse por los lejanos mares del recuerdo, trayendo a la memoria instantes felices que yacían como perdidos en las celdillas de la memoria, nuevos, impecables, como el primer día. 
            La diferencia de edad con mi hermana Esperanza permitió durante algunos años de mi infancia que fuese como mi segunda madre. La llamaba “mi chacha”, como en Olivares fue costumbre llamar a la hermana mayor. Ella me enseñó las primeras oraciones; ella me solía leer durante las trasnochadas de verano en la galería, a la luz de la bombilla y con el olor fuerte de la mies de las eras, poemas de Bécquer, de Gabriel y Galán, relatos de Pemán y de Blasco Ibáñez, que a mi edad no llegaría a entender, pero que me iniciaron en el gusto por las letras y de alguna manera orientaron mi futuro. No era muy normal que entre la juventud veinteañera del pueblo hubiese esa afición a la lectura que tenía Esperanza. Era muy romántica y hasta un poco coqueta, detalles que conservó durante toda su vida. Le gustaba vestir bien.
            La primera vez que salí del pueblo lo hice con ella. Fue a Cuenca, con la Catalana. ¡Cuántas veces lo hemos recordado después! Nos comimos la merienda sentados en el rulo de una era; antes habíamos ido a que nos hiciesen una fotografía. Es la foto que ilustra estas líneas de recuerdo, maltrecha por los años -más de treinta- en la cartera de nuestro padre.
            En las temporadas de verano que Esperanza pasaba en el pueblo, gustaba levantarse al amanecer, para disfrutar de la mañana.
            Ya está en las manos de Dios. No dudo que disfrutará de su visión; que será eternamente feliz en compañía de Santos, su marido, de Esperancita, la segunda de sus cinco hijas fallecida de corta edad, de sus padres, y de tantos como contaron en vida con su amistad, que fueron muchos.
            Cuando todavía nos laten tiernos entre los pliegues del alma las penas amargas y los recuerdos gratos, con ese agridulce sabor que siempre deja el misterio, no puedo menos que manifestarle mi gratitud y mi cariño al tiempo de su adiós.      

sábado, 7 de enero de 2012

FUENTES DEL TÉRMINO (Julián Dominguez) y III


(CONTINUACIÓN)
 
FUENTE DEL PILAR

            Lo primero que topamos es con el viejo Pilar, tan viejo como la Fuente de las Palomas, pero con menos historia que ésta. Un chorro de agua recia y abundante, envidia de los caminantes que lo veían desde la carretera. Nunca vio a las mozas bajar a por agua de su chorro, pero vio bajar por su cuesta mulas y ovejas, que bebían y dejaban su mugre dentro. Hoy sus orillas huelen que apestan , porque la gente tira latas y animales muertos en la cuesta. Está casi siempre lleno de ovas y renacuajos; riega algunos huertos que por su agua discuten y pelean, es una pena. Nadie baja a vserte.


FUENTE DE FACO

            Si seguimos camino adelante por la fuente Tonta, olivas del Tío Perrete y pico del Tío Polla, divisamos el Monte, que no hay nada de monte, seguimos y enseguida damos con un huerto, conocido por el huerto de los Calcetas, paraje conocido por el Val. Aquí tenemos una pequeña fuente, pero no merece la pena detenerse, estará medio seca y llena de maleza. Sigamos y enseguida llegamos al corral de Faco, bajamos un pequeño promontorio y encontramos la fuente. Ésta es una hermosa fuente, fresca y abundante, donde riega huertos y abrevadero de ganados. Refréscate y descansa, que seguramente no encontrarás otra tan buena en un largo trecho.
 

FUENTE DE LOS MORENETES

 Si brincamos Calderón vemos enseguida los pinos del Tío Jorge, y antes de llegar a ellos topamos con la fuente, conocida también por el vallejo de los Morenetes. También por Peñahundía no bajamos porque seguramente estará medio seca, llena de ovas y sapos. Únicamente merece la pena bajar si es en su tiempo; comerás buenos higos y frutas. Una vez arriba divisamos el cerro Pelao, Cañada Vera, Cruz de Faico y loma Alta, donde ya tenemos una fuente.


FUENTE DEL TÍO CHINELAS

            Seguramente estará seca. Todo el paraje se le conoce por el mismo nombre. Cuentan los viejos que aquí dieron muerte a su burro cuando el monte era verdaderamente monte. Toda la llanura hasta el pueblo se le conoce este nombre.


FUENTE DEL TÍO PERICO SIMÓN

            Si brincamos la loma Alta, girando a la izquierda encontramos la fuente del mismo nombre. No existe como tal, pero sí una hermosa huerta llena de frutales y hortalizas, donde extraen el agua con motores. La fuente está seca.

            Sigamos caminando vallejo abajo, enseguida topamos con Cañada Borrego, vega fértil de buenos huertos, criadero en otros tiempos de codornices y cangrejos. La huerta del Tío Legaña, la de Rabadán, de agua fresca y abundante. Y en este paraje nos encontramos, quizá la fuente más nombrá, que aunque muchas veces seca es la más conocida.


FUENTE DE LA TÍA PICHOTA

            Está en el centro de dicho paraje. En tiempos de lluvias normales ésta manaba hacia arriba en grandes borbotones que expulsaba la arena hacia arriba. Agua fresca y muy fina. Un a delicia de fuente. En este paraje mana tanta agua, que los viejos dicen que hay un mar por abajo.

            Si nos brincamos la loma cruzando la carretera de Cuenca, topamos con el vallejo de las Cañadas. Aguas que vierten en el riato de Belmontejo, afluente del Júcar. Una vega fértil, donde abundan hermosos huertos. La huerta del Tío Patojo. El lavadero del cojo El Pañero, y también la huerta del Tío Pinchasotas; y así valle arriba llegamos al corral del Tío Quintín. Grandes carrizales donde anidan las codornices.

            Torciendo para el pueblo encontramos el vallejo conocido por la fuente del Arco, la fuente está seca, pero grandes pozos con motores hacen que cada uno tenga una fuente en la casa. Éste es el progreso de la vida moderna, que nos hace que las fuentes del campo se mueran de asco y nadie las limpia. Pero he ahí. Ironías de la vida, que hay veces que nos las mezclan con el cloro y sabe que apesta.

            Y así, cansados, llegamos al pueblo, donde en las mismas casas tenemos la última fuente.
 

FUENTE DE LA HONTANILLA

            La gente joven no se acuerda de ella. El sitio es muy conocido, fue tapada al hacer el desvío de la carretera. Agua recia y abundante, que se unía a la del Pilar camino de las Juanorras. Había en su contorno grandes cermeños, una variedad de peral de pequeño fruto y sabroso. Recuerdo por lo menos ocho, el más sabroso y gordas las tenía el del Tío Picorro. Más abajo el del Tío Bartolo, alto y medio seco en el centro de la era. Unos metros más abajo los del Tío Victorino. Otros dos más de Avelino, y por último los dos del Tío Venceslao. Los recuerdo uno por uno, tiré muchas piedras para volcar sus peras cuando era chico.

            La fuente estaba en el terraplén de la carretera, un pilón largo y estrecho donde abundaban los renacuajos, su agua muy salobre, sólo servía para usos domésticos y abrevadero de mulas y ovejas; sus orillas olían a rayos, de tanto cieno y cosas sucias que había.
       
            Esta es, amigos, la última fuente. Todas las he recorrido mentalmente, sentado en la mesa. Pero puedo demostrar que todas las visité, y en todas bebí. Mojé el pan duro que guardaba en el zurrón, me comí en muchas la sardina y el trozo de tocino, que hoy nadie quiere. No se veían alrededor de las fuentes ni latas vacías ni cascos de botella, tirados como ahora. Señales del buen vivir y del progreso de la vida. Por esto las fuentes se mueren de asco y se secan, porque no hay quien las limpie. No le demos más vueltas. Nacimos prematuramente pronto. Así es la vida.
 

                        Olivares de Júcar, enero de 1985

                             Julián Domínguez:

La fotografía corresponde a "EL POZO", fuente de la que Olivares se sirvió durante una buena parte del siglo XX para beber y para otros usos domésticos. En la actualidad, ya en desuso, ha visto crecer sobre ella la nueva ermita de San Isidro Labrador, en cuyo entorno se celebra una comida popular cada 15 de mayo.