domingo, 26 de julio de 2009

EL POLIDEPORTIVO "FELIPE BELTRÁN"


EL POLIDEPORTIVO “FELIPE BELTRÁN”

Felipe Beltrán Domínguez está a punto de cumplir los setenta años. Excepción hecha del servicio militar, que cumplió en el Parque y Maestranza de Artillería de Madrid como asistente del teniente Escribano, rara vez ha faltado del pueblo. Felipe es el número seis de una familia de diez hermanos, y durante más de treinta años ha servido al pueblo como alguacil y eficiente empleado del Ayuntamiento; siempre refunfuñando, eso sí, pero cumpliendo con su deber sobradamente, sin que para él hayan existido horarios de trabajo ni días desapacibles para llevar a cabo su quehacer al servicio del municipio. Felipe, con su moto de escasa cilindrada de acá para allá, de un lado para otro por las calles de Olivares, ha sido durante más de tres décadas una imagen habitual.
En reconocimiento a su lealtad, el Consistorio acordó dar su nombre al flamante polideportivo cubierto, que ahí está al servicio de quienes deseen usar de él, como una obra más en favor de la juventud particularmente, y en prestigio para nuestro pueblo.
Felipe, pese a ser amigo, quinto además como dato preciso, y no sé si algún otro afecto más que me una a él personalmente, reconozco que es un tipo extraño, raro como él sólo, muy difícil de conducir. Me ha costado insistirle mucho, casi llevarlo a la fuerza hasta las eras del Pozo, para tomar la fotografía que encabeza el presente comentario. No obstante, lo conseguí, que es todo un logro. Gracias al amigo, y enhorabuena por esta distinción tan merecida.

miércoles, 22 de julio de 2009

LA CASA DE LA CULTURA


Como suelo hacer siempre que estoy en el pueblo en la temporada de verano, días atrás subí a la Casa de la Cultura para renovar mi tarjeta de socio de la Biblioteca Pública, y regalar de paso al interesante fondo de volúmenes con los que ya cuenta algunos de mis libros.
Solía pasarme por allí en veranos precedentes, sobre todo para hacer uso del servicio de Internet siempre que me era necesario. Un ejercicio al que tuve que renunciar debido al desorden reinante en aquellos momentos y a lo que consideré empleo inadecuado de la Red por los usuarios del servicio, casi todos niños. En cambio, funcionaban medianamente bien los diez o doce ordenadores que la Biblioteca posee con este fin en una sala anexa.
Las cosas son ahora distintas; ha cambiado todo. Cuida de estos servicios una asistenta responsable, el orden se respira por todas partes. Cada libro, cada enciclopedia, cada colección o cada revista, se encuentran en donde deben de estar, y el silencio es el apropiado en un establecimiento de esta clase. Se ha distribuido la semana en dos turnos distintos: dos días para jóvenes y personas mayores, y tres para uso de niños y menores; siendo posible de esta manera que cada cual disponga del servicio al menos como en realidad le gustaría, aunque tenga que acomodarse al plan marcado y al turno que le corresponde.
Pero igual que en años anteriores, he tenido que negarme al uso de tal servicio; pues ahora es Internet, o su instalación en la sala de ordenadores, lo que no responde. En este momento hay solo tres equipos en conexión a la red de los que el usuario se puede servir, y que desde la hora de apertura de la Biblioteca quedan ocupados, generalmente, por jovencitas que esperan a la puerta desde media hora antes. La potencia de línea que llega es insuficiente, lo que unido a lo anterior, hace imposible poderse servir como sería el deseo de quienes aquí están, y de quienes venimos al pueblo contando con la ventaja, o con la necesidad, de los modernos medios.
La Biblioteca Pública de Olivares cuenta con un fondo de más de 5.000 ejemplares; suficientes para quienes tengan la inquietud de instruirse en las más diversas materias del saber, de la literatura y del entretenimiento. Me consta que, salvo algunas -muy pocas- honrosas excepciones, la gente no suele usar de ella, ni entre los mayores ni entre los jóvenes, y eso se nota, y se confirma en las visitas esporádicas que se pueden hacer a la sala de lectura de tan recomendable establecimiento.
No he estado dentro de ella, pero también me consta que la “ludoteca”, con diversos juegos para niños, instalada en la planta baja del edificio, tiene un éxito sin precedentes y que funciona como debe funcionar.
El salón de actos de la Casa de la Cultura es ejemplar y cómodo, creo que hasta un verdadero orgullo para Olivares, que aconsejo se conozca y, sobre todo, que se use en beneficio del pueblo, dando fe de que la cultura es un valor que proporciona infinidad de satisfacciones a lo largo de la vida; pero que, como todo lo trascendente, debe cuidarse y acercarse a ella sin miedo y sin prejuicios. En el pueblo todos tenemos ocasión de hacerlo.