sábado, 2 de noviembre de 2013

35 HORAS EN EL PUEBLO


         No se trata del título de una película, que también podría servir, sino de la realidad tal como ha sido en esta última visita a Olivares. La festividad de Todos los Santos supone, excepto por causa mayor que lo pudiera impedir, un viaje al pueblo, una corta vacación dedicada a nuestros familiares y amigos ya fallecidos cuyos restos reposan en nuestro cementerio, es decir, una llamada a todos los olivareños, estén donde estén, cada primer día del mes de noviembre; porque, más o menos cercanos, todos tenemos en aquel camposanto algún ser querido.
         Un día estupendo, casi ha hecho calor durante varias horas. A partir de las seis, la temperatura comenzó a cambiar, pero no mucho. Noche serena y ni una sola alma por las calles. Tan sólo un grupo de adolescentes en los bancos del Lejío, el murmullo del bar de Mercedes, para cerrarse el pueblo en silencio a partir de las diez. No se bajó a rezar el Rosario al cementerio rompiendo la costumbre; se dejó para la tarde de hoy, día de Difuntos, porque don Daniel, nuestro joven sacerdote, atiende a cuatro pueblos y hay que distribuir los actos entre todos ellos. No obstante, durante todo el día la gente ha estado bajando al cementerio para rendir su homenaje de cariño y de gratitud a los suyos, a inundar las tumbas de flores, como corresponde a la festividad y a la costumbre. En mis años jóvenes, recuerdo con nostalgia que se pasaban la noche tocando las campanas a clamor y que se ponían calaveras de calabaza, con una vela encendida en su interior, en el Cerro de la Horca. Los tiempos son otros; pero a quienes vivimos aquella época de los años cuarenta y cincuenta en la que fuimos niños y fuimos jóvenes, nos complace recordarlo.
                                                                       
         Otro dato a añadir, que es novedad y que para mí tiene su importancia, precisamente en estos años en los que a la gente en general le cuesta soltar algo de lo que es suyo, y todavía más si es algo a lo que se le supone un valor, aunque no lo tenga, que no es el caso del hermoso objeto al que me refiero.  Y es que en la Misa de hoy, he podido ver, no sin sorpresa por mi parte, un estupendo cuadro de pintura clásica (tal vez del XVIII) colgado en uno de los muros laterales del presbiterio de la iglesia y dentro de un cuadro dorado de verdadero lujo. Lo conocí el pasado verano, cubierto con un paño grande en una de las capillas. Su medida calculo que viene a ser 1,10  por 1,40 m. aproximadamente. Su temática no es de lo más corriente, según mi apreciación: la Virgen con el Niño, y tras ella tal vez Santa Ana, la abuela de Jesús. Un pastorcillo ofreciendo un cordero, y un obispo con su mitra y un libro en la mano.
         Los donantes han sido la familia Marquina Lacasa, según acuerdo previo en vida de Pilar, de tan feliz recuerdo, y de Luis, su hermano; herencia de sus padres Vicente y Clemencia, que con esta donación el bello lienzo ha encontrado para su futuro el más propio y el más adecuado de los escaparates posibles. Por mi parte, vaya para ellos mi felicitación y mi agradecimiento, que supongo será la de muchos olivareños más de los varios centenares que andamos repartidos por el mundo.

         Las fotos no son actuales ni son muy buenas. Por una vez me fui al pueblo sin la cámara. Las tomé el pasado mes de agosto. Para cumplimentar la noticia pienso que pueden servir.