viernes, 27 de julio de 2012

NOTICIARIO A VUELAPLUMA



Olivares. Últimos días del mes de julio. Tiempo de sequía. Tarde con amenaza de tormenta, pero sigue sin llover. El viento y el calor han sido la nota más destacable de la climatología durante la última semans. El ambiente general es bastante más flojo, por cuanto a afluencia de público, que en veranos anteriores. De la próxima fiesta, a menos de veinte días, ni siquiera se habla. Por lo demás, el pueblo está tranquilo. Cada mañana se repiten por las calles las voces de la megafonía de los vendedores de melones, y, cuando cierra la noche, la gente se sale a tomar el fresco a las puertas de las casas o a pasear por los alrededores aprovechando estas apacibles noches de luna. El nivel de las aguas del pantano ha descendido durante los últimos meses, y la crisis, los efectos negativos de la crisis, se están haciendo notar, también en el pueblo.


Quiero que el protagonismo de esta entrada se lo lleven las obras de restauración del atrio de la iglesia en su conjunto, y las mejoras llevadas a término en el cementerio viejo, gracias a la valiosísima participación personal de un grupo de jubilados que un día tuvieron la feliz idea de comprometerse en dignificar los exteriores de la iglesia, con su trabajo desinteresado y eficiente, la participación del vecindario en la compra de materiales a través de la parroquia, hasta ver la obra concluida como podréis ver -sobre todo los que vivís lejos del pueblo- en las fotografías que acompaño.


A riesgo de dejarme sin anotar el nombre de alguno de los que han colaborado en los trabajaos, quiero dar cuenta de que han sido los siguientes: Anselmo Jiménez, padre y hermano respectivamente de don Germán, el sacerdote; los hermanos Julián y Amancio Jiménez, Pepe Buendía, Augusto Domínguez y Enrique Domínguez.


Las obras realizadas han consistido en el recubrimiento y refuerzo del pretil; muro adicional y puerta metálica de entrada al cementerio viejo, además de la reconstrucción de la pared del cementerio que años atrás se desplomó sobre las eras de abajo; recubrimiento con hormigón del pavimento en todo el atrio; y lo más llamativo de todo: una rampa a lo largo de la pared, con su correspondiente barandilla de hierro, y nuevas escaleras frontales en condiciones suficientes como para durar, cuando menos, un par de siglos.


A partir de ahora se puede acceder a la iglesia cómodamente en silla de ruedas y con carritos de niño, algo que iba haciendo falta. Y es que los que antes éramos mozos, hemos dejado de serlo, y varios de ellos, y de ellas, se veían obligados a agarrarse a las columnas de piedra de la portada, para poder entra. Espero que las fotografías que acompaño os puedan servir como la mejor explicación de todo lo dicho.

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