Se
lo había prometido a Mercedes, la esposa de Julián Jiménez, que en la fiesta
del Corpus de este año, ellos y el altar de su casa al paso del Señor por las
calles del pueblo, desempeñarían un importante papel en la correspondiente entrada
del blog con referencia a ese día. A Paquita y a mí nos gusta pasar la Fiesta
del Corpus en Olivares, entre otras cosas por tratarse de una fiesta que, por
cuanto a su carácter religioso, se vive con un importante sentido de la
responsabildad, como no debería ser de otra manera. El hecho de que el Señor,
la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, al que tenemos como Patrón en su
advocación de Niño, salga por nuestras calles, y que la gente le agasaje
siguiéndolo en la procesión, es algo que dice mucho a favor del pueblo; de ahí
que sea uno más de los motivos de orgullo para nosotros, que la gente demuestra
cada año con los pequeños altares que tienen por costumbre instalar en las
puerta de sus casas, y que en esta ocasión han sido ocho, a cual más lujoso,
más piadoso y más bonito.
Pues bien; con lo que no contaba yo es
que una circunstancia, muy feliz por cierto, como es el recibir el Sacramento
de la Eucaristía por primera vez uno de mis sobrinos, en Valverde, nos iba a impedir acompañar al Señor en ese día por las calles de
Olivares, si bien, lo hicimos también de mil amores, por las calles de Valverde;
aunque uno echó en falta los altares, los cánticos devotos de nuestra gente, y
el fervor de los olivareños en torno a la Eucaristía bajo palio, en esta
ocasión portada por don Daniel, nuestro joven párroco.
Que haya podido salvar la situación como
si nada hubiese ocurrido, se lo debo agradecer, también en nombre de nuestros
habituales lectores, a José Camacho, un rendido enamorado de nuestro pueblo que
estuvo por allí, y me ha enviado, puntual por email, unas cuantas fotografías tomadas en la mañana de ayer, de las cuales he cogido dos, que son las que aquí se
exponen; a saber: una instantánea de la procesión, al iniciar la bajada por la
puerta del Cura, y una simpática pose al lado de a su altar, de Mercedes junto a
otras amigas y familiares, con lo que me ha sido posible cumplir mi
propósito. José Camacho es yerno de Venancio y de Francisca, al que con su
mujer y otros familiares solemos encontrar por el pueblo con relativa frecuencia, sobre
todo en verano y en algunos fines de semana.
La tercera de las fotos es la de un niño
de Primera Comunión, Mario, el nieto de mi hermana Pili y de mi cuñado Jesús, hijo de
Luis y de Olga, sus felices padres; un chaval sencillamente fantástico, de
sobresaliente en el colegio y, con un poco de suerte, futuro jugador del Real
Madrid, con cuyos infantiles se entrena. Un niño con un sentido de la
responsabilidad impropio de su edad, y apasionado por lo que la gente llama el
deporte rey; lo que demuestra la foto que ayer le hice en la puerta del
restaurante en el que comimos, y donde, como bien se merece, recibió el
homenaje cariñoso de una buena parte de su familia, hasta la tercer generación,
entre los que me cuento.
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