Pasan
sólo unos minutos de las ocho de la mañana; el cohete no ha sonado todavía y el
motivo ha sido que Rufino y Pili acaban de llegar, con su industria sobre
ruedas, del encierro de los toros en la fiesta de
Albaledejo. Rufino y Pilar, los churreros de Olivare, avisan con el estallido
de un cohete que el establecimiento ha empezado a funcionar al servicio del
público, como todos los domingos del año. En las mañanas de otros días de la
semana el negocio se traslada a veces a otros pueblos del contorno.
Son las ocho y media. Rufino saca de su casa un cohete y una botella vacía que le servirá como soporte de
lanzamiento. Enciende la mecha y unos segundos después el estampido informa a todo el pueblo de
que la primera rueda de churros está a punto de salir. Al instante comienzan a
aparecer los clientes por las distintas bocacalles hasta la Placeta del Cura,
donde está estacionada la camioneta adaptada como churrería.
La tradición de desayunar con
churros los domingos y fiestas de guardar es antigua en Olivares. Recuerdo cómo
en mis años ya lejanos de infancia, se fabricaban y se vendían en el Lejío
durante las fiestas del Santo Niño, por entonces el tercer domingo de
septiembre, cuando el pueblo tenía el triple de población de la que tiene hoy.
Ahora, digamos que el negocio como tal se ha consolidado y hay churros cada
domingo durante todo el año. Estupendas porras al estilo tradicional, a un
precio razonable: treinta céntimos unidad. La clientela es fija, segura, escasa
durante el resto del año y abundante durante los meses de verano, tiempo éste en el
que la población se multiplica.
Las fiestas están a punto de llegar
según el calendario. Estamos a diez días de distancia. Hasta ahora apenas se
habla de las fiestas, como siempre ocurre. El programa he oído por ahí que
saldrá mañana posiblemente; por él tendremos noticia de si en la presente
edición habrá alguna novedad en relación con los años precedentes, aunque
intuyo que no, y si la hay no será de mayor relieve. Para mí, y para muchos
como yo, la verdadera fiesta es el simple hecho de que por estas fechas se nos
da una vez más la ocasión del encuentro, tiempo de recordar aquellos años de
juventud en los que las vivíamos con una intensidad mayor, con una sana y alegre
intensidad.
¡Ah! Creo que me he entretenido
demasiado. Es la hora pasada de desayunar. Los churros se habrán quedado fríos.
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