La fotografía, en calidad bastante deficiente, la tomé siendo muchacho allá por los primeros años de la década de los sesenta. No sé si quedará alguna foto más de las cruces que a un lado y al otro del camino nos solían sorprender a la salida del pueblo, viajando por la carretera de la Almarcha. Consultados algunos de los más viejos del lugar, me han informado de que existieron por lo menos siete. Eran parte de nuestro paisaje. Sólo recuerdo tres de ellas: las dos juntas que hubo cien metros más allá de la Casilla de Pajarito (una es la que aparece en la imagen), y otra tercera en la cuesta del Tesorillo, la llamada Cruz de Marino, que, según el decir de la gente, era algo así como el testimonio de un crimen perpetrado allí y no falto de misterio: En la cuesta del Tesorillo/ está Marino sentado/ con el cigarro en la boca/ y la cerilla en la mano/. Las dos primeras cruces evocaban a personas con nombre y apellidos, asesinadas en aquel mismo lugar el día 20 de septiembre de 1936. (D.León García López. Mártir por Dios y por España + 20-9-1936. De 68 años. Recuerdo de su esposa y hermanos. R.I.P. Padre nuestro). Este era natural de Santa María del Campo Rus, casado, de familia pudiente, daba trabajo a varios hombres y mujeres del pueblo. Después de muerto fueron incautados todos su bienes. La otra cruz, cuya foto no conservo, aparecía en memoria de Nicolás Alfaro López, de 43 años, casado y padre de tres hijos, natural de El Cañavate, labrador; había sido militante de partidos católicos, lo que le llevó a la muerte.
Un día, ignoro por qué, desparecieron las cruces sin que se sepa adonde fueron a parar ni quién mandó quitarlas. Pudo ser un acierto, si con ello se pretendía borrar el recuerdo de aquella locura que fueron los tres años de cruel enfrentamiento entre españoles, que se saldó con casi un millón de muertos. Pero, sea como fuere, el hecho contrasta con la llamada Ley de la Memoria Histórica, promulgada por nuestro Gobierno en un intento -pienso que equivocado- de reavivar el rescoldo de los hechos y de las abominables consecuencias de aquellos años, así como de los inmediatamente posteriores al final de la guerra, los de la llamada represión franquista, que nada bueno aportaron, sino dolor y desolación, a la sociedad española tanto de una como de otra ideología política.
Un día, ignoro por qué, desparecieron las cruces sin que se sepa adonde fueron a parar ni quién mandó quitarlas. Pudo ser un acierto, si con ello se pretendía borrar el recuerdo de aquella locura que fueron los tres años de cruel enfrentamiento entre españoles, que se saldó con casi un millón de muertos. Pero, sea como fuere, el hecho contrasta con la llamada Ley de la Memoria Histórica, promulgada por nuestro Gobierno en un intento -pienso que equivocado- de reavivar el rescoldo de los hechos y de las abominables consecuencias de aquellos años, así como de los inmediatamente posteriores al final de la guerra, los de la llamada represión franquista, que nada bueno aportaron, sino dolor y desolación, a la sociedad española tanto de una como de otra ideología política.
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