Para una buena parte de los hijos del pueblo, entre los que me cuento, la iglesia ha quedado muy bien después de las obras de restauración. Nos sentimos encantados y muy contentos con ella, como se ha podido comprobar en las fiestas del Santo Niño, que, pese a tener tan gran capacidad, resultó insuficiente para acoger a tanta concurrencia, feliz por ver recuperada su iglesia, uno de nuestros pesares durante los últimos seis o siete años en los que permaneció cerrada y en estado semirruinoso.
Pero, como en casi todas las cosas en las que interviene el hombre, y tan complejas como ésta lo fue, hay que contar con las consabidas deficiencias, algunas de ellas irreparables, que a menudo ensombrecen el resultado final, como es el caso que ahora nos ocupa.
Me refiero a los lienzos al óleo de los cuatro Evangelistas que siempre vimos en las pechinas del prebiterio, y que por falta de previsión, o de responsabilidad en su momento, dos de ellos, o por lo menos uno, quedó destruido de forma irreparable tras el desplome de la cúpula durante las obras. Por fortuna el retablo, la pieza de más valor en toda la iglesia, no escapó del todo mal para lo que pudiera haber sido, si descartamos algún rasguño y el daño a una de las imágenes que, también por la misma causa, no se retiró antes de que se iniciaran los trabajos.
Luces y sombras como resultado final, al margen de cualquier otra deficiencia que se ha venido observando después, sobre todo en la cubierta de la nave lateral, donde las maderas comenzaron a ceder a los pocos meses de habere sido colocadas.
Valga como recuerdo para muchos de los olivareños que viven fuera del pueblo, las dos fotografías que cuelgo en nuestra particular sala de exposiciones para todo el mundo. Se trata de los dos lienzos que se han podido salvar después del derrumbe (San Mateo y San Lucas), que hoy se muestran en las paredes laterales del presbiterio, pienso que provisionalmente, hasta que se coloquen en los dos círculos frontales del ábside donde estuvieron siempre y donde ahora deberían estar, a falta de los otros dos, cosa imposible.
Pero, como en casi todas las cosas en las que interviene el hombre, y tan complejas como ésta lo fue, hay que contar con las consabidas deficiencias, algunas de ellas irreparables, que a menudo ensombrecen el resultado final, como es el caso que ahora nos ocupa.
Me refiero a los lienzos al óleo de los cuatro Evangelistas que siempre vimos en las pechinas del prebiterio, y que por falta de previsión, o de responsabilidad en su momento, dos de ellos, o por lo menos uno, quedó destruido de forma irreparable tras el desplome de la cúpula durante las obras. Por fortuna el retablo, la pieza de más valor en toda la iglesia, no escapó del todo mal para lo que pudiera haber sido, si descartamos algún rasguño y el daño a una de las imágenes que, también por la misma causa, no se retiró antes de que se iniciaran los trabajos.
Luces y sombras como resultado final, al margen de cualquier otra deficiencia que se ha venido observando después, sobre todo en la cubierta de la nave lateral, donde las maderas comenzaron a ceder a los pocos meses de habere sido colocadas.
Valga como recuerdo para muchos de los olivareños que viven fuera del pueblo, las dos fotografías que cuelgo en nuestra particular sala de exposiciones para todo el mundo. Se trata de los dos lienzos que se han podido salvar después del derrumbe (San Mateo y San Lucas), que hoy se muestran en las paredes laterales del presbiterio, pienso que provisionalmente, hasta que se coloquen en los dos círculos frontales del ábside donde estuvieron siempre y donde ahora deberían estar, a falta de los otros dos, cosa imposible.
NOTA: Sólo unas horas después de haber incluido esta pagina en el blog, recibo la desagradable noticia de que la iglesia ha vuelto a ser clausurada porque el techo nuevo no reune la condiciones necesarias después de la restauración. La primera idea ha sido la de eliminar esta página en tanto que las cosas se solucionen; pero creo que con la advertencia a los lectores, mientras tanto, será suficiente. Espero, y esperamos todos, que esas deficiencias de las que algo apuntamos líneas atrás, se solucionen favorablemente en el menor tiempo posible. Y lamentar, claro está, que a estas alturas haya profesionales y empresas que sigan haciendo de la chapuza su seña de identidad sin el menor escrúpulo. ¿Quién es el resposable?, porque debe de haberlo.
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