Buena cosa es que se vayan recuperando algunas de nuestras costumbres perdidas, escalas festivas de tiempo inmemorial que durante las últimas décadas del siglo XX fueron desapareciendo, a la par que la modernidad iba ocupando su sitio y las buenas gentes de los pueblos tuvieron que huir a otras tierras en busca de mejores horizontes para el futuro. En Olivares hubo mucha devoción a Santa Bárbara. Recuerdo que se celebraba, allá por los años cuarenta y cincuenta, con misa, procesión, y baile por la noche.
La noche de Santa Barbára (del 3 al 4 de diciembre) fue la más jolgoriosa de las fiestas de invierno. Se quemaba en las calles de los distintos barrios todo aquel volumen de matas secas que durante más de un mes los chicos conseguíamos recoger por los huertos, ardían las sillas y objetos en desuso que la gente guardaba a lo largo del año para quemar esa noche, y los botillos viejos de vino, los neumáticos de los coches, y todo lo que fuera capaz de arder encontraban en la media noche su glorioso final
Los mozos saltaban por encima de la hoguera al grito de ¡Viva Santa Bárbara Bendita!
Por fortuna son varias las hogueras que de un tiempo a hoy vuelven a iluminar en la noche de diciembre las calles y las plazas de nuestro pueblo. Pilar Aranguren ha tenido el bonito gesto de mandarme fotografías de la hoguera que este año ardió en el barrio del Calvario. Debió de ser un espectáculo impresionante y muy alegre en la noche fría, allá por la zona más alta del pueblo. Funcionarían, ¡qué decir!, la pitanza abundante y nutritiva rememorando las viejas costumbres, los vasos de cubata, de zurra, y las copas de coñac y de anís, como en los buenos tiempos, para hacer frente a las circunstancias.
Por mi parte cumplo con el deber de llevar la noticia al mundo; pues son más de un centenar las personas que nos siguen no sólo desde el nuestro, sino desde otros países de la tierra.
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