lunes, 26 de julio de 2010

LA CRUZ DEL CERRO TEJAO



Es éste uno de los paseos habituales de mis paisanos en las tardes de verano. Carretera de la Almarcha. A la caída del sol los fondos de la Vega arrastran la sombra hasta el otro lado del puente. La temperatura desciende al pasar por allí. Las Peñazas, los primeros huertos. Y más arriba, como perdida en la penumbra, la silueta de una cruz de piedra sobre el leve altiplano del Cerro Tejao. La Cruz del Cerro Tejao le decimos en el pueblo.
Lugares como el nuestro, sin una historia más o menos conocida, cuentan en su favor como recurso con las gracias que suele llevar consigo todo lo que carece de un origen sabido por todos, con un principio o razón que cuente en los polvorientos archivos de alguna sacristía. De la Cruz del Cerro Tejao nadie sabría decir, y mucho menos justificar, desde cuándo está ahí, y mucho menos la razón de su existencia.
Recuerdo haber oído alguna vez, sin una argumentación sólida que lo avale, que allí murió un general carlista en las guerras contra los isabelinos, en una más de las ocasiones en las que anduvo en juego el trono de España, y que aquella cruz la levantaron en su memoria. Me lo contaron así, y así lo cuento, sin atreverme a aportar ni una sola palabra más como dato esclarecedor con un mínimo de fundamento.
El solitario monumento está ahí. Una cruz sólida, de piedra labrada toscamente, compuesta de dos piezas independientes, una formando los tres brazos superiores, y otra segunda que es la columna que le sirve de pie dando lugar al brazo mayor.
Cuántas veces he pensado al recordarla, que con menor motivo y con la simple apoyatura como base de una sencilla cruz de piedra, solitaria en el campo y olvidada de todos, genios de la talla de G.A.Bécquer compusieron leyendas inolvidables, verdaderas piezas literarias que, sin ser historia, eternizan su presencia por sucesivas generaciones, acrecentando ese misterio que en las placenteras tardes de verano y en las gélidas madrugadas de nuestros inviernos, irradia sobre el alma del caminante la Cruz del Cerro Tejao, perdida en la penumbra, mirando con los brazos abiertos, y bendiciendo quizás, al pueblo en la distancia.


(En la imagen, la Cruz en una toma de 1968)

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