Esperábamos el triste desenlace y al final se produjo en la
mañana del pasado viernes. Bernardino, sacerdote, hijo de nuestro pueblo, dejó de existir después de un largo periodo de sufrimiento en el que las fuerzas
naturales le fueron fallando de forma precipitada. Esperábamos que su final
llegaría, pero no tan pronto, como me dijo su cuñada Pilar en el momento del sepelio.
Se había
jubilado por motivos de edad hace poco más de una año, tenía setenta y seis, y había dedicado más de medio siglo de vida pastoral a atender como párroco
las feligresías de Villaverde y Pasaconsol, Albaladejo del Cuende, Ledaña,
Casas del Olmo, Campillo de Altobuey, Paracuellos de la Vega, Quintanar del Rey,
y Cuenca (Parroquia de Santa Ana). El último año celebró la Santa Misa
diariamente en nuestro pueblo y cubrió alguna a que otra necesidad o urgencia en
los pueblos vecinos. En uno de estos compromisos a los que alguna vez le solía
acompañar durante el pasado verano, me enseñó en el cementerio del Castillo de
Garcimuñoz el humilde enterramiento de nuestro mártir don Cipriano, cuya
beatificación esperamos se produzca más pronto que tarde.
Bernardino
fue niño con nosotros por los años cuarenta y parte de los cincuenta. Era
rubio, dócil y amigo de todos. Se marchó al Seminario y se ordenó sacerdote el
día 7 de junio de 1959. Su primera Misa en nuestra iglesia fue un
acontecimiento memorable para la feligresía local como lo sería, algunos días
después, la toma de posesión en Villaverde de su primera parroquia. Le
acompañamos un número importante de familiares y amigos.
El acto de
su funeral el pasado día 20 fue el magnífico sello final con el que se cerró la
presencia en vida de Bernardino entre nosotros. Celebró la Santa Misa el obispo
de la diócesis, Mons. José María Yanguas, al que acompañaban como
concelebrantes -hubo quien los contó- ochenta y cinco sacerdotes. Un acto emotivo,
generoso en cantos litúrgicos como él hubiera querido, en respeto y cariño por parte de
sus paisanos y de sus antiguos feligreses venidos desde los diversos pueblos y
parroquias de la diócesis que él había regentado en el ejercicio de su sagrado
ministerio, hasta el punto de llenar nuestra iglesia a rebosar.
Bernardino
se ha encontrado frente a frente con Dios su Creador, y con Jesús al que en
tantas ocasiones tuvo entre sus manos consagradas, y estará en su divina presencia
por toda la eternidad.
Quedan entre nosotros su hermana Teresa, quien dedicó
generosamente a él toda su vida desde que empezó su ministerio; quedan sus
cuñadas y sobrinos, que le recordarán como un brillante capítulo de su historia
familiar, al lado de los nombres de sus hermanos Paulino y Dionisio, de sus
padres Pura y Jesús, que le han precedido en su encuentro con el Padre, y que
con motivo tan especial de este acontecimiento también hemos recordado con el mayor
afecto.
Como en
estos casos es justo decir, y también poner en práctica, recemos por ellos, por
Bernardino en especial como más próximo en el tiempo, conscientes de que las oraciones por él
son plegarias de ida y vuelta, de las que nosotros mismos seremos los
principales beneficiarios. Que en paz descanse el sacerdote y el amigo
No hay comentarios:
Publicar un comentario