jueves, 1 de diciembre de 2011

EL APODARIO DE JULIÁN DOMÍNGUEZ



He celebrado hasta con cierto júbilo el haber encontrado entre mis papeles un cuaderno debidamente mecanografiado, que hace muchos años tuvo la gentileza de regalarme Julián Domínguez, el Cartero, ya desgraciadamente desaparecido. Lo guardé tan bien, que hasta hoy lo había dado por desaparecido.
            Se trata de una verdadera joya. Un estudio sociológico paciente sobre la vida de Olivares a lo largo del siglo XX, tomando como base los apodos de nuestros compatriotas, con la pequeña historia que muchos de ellos suelen llevar anexa.
            Es una pena que se pierdan tantos conocimientos de contenido eminentemente popular; la vida de los pueblos era algo así cuando todos nos considerábamos miembros de una familia común, la del paisanaje; pero pienso que, de momento, es materia todavía delicada; pues hay a quienes el mote, tanto personal como familiar, les pueda sonar como un insulto, cuando no es así. No me importaría colgarlo íntegramente en el blog como una aportación, sin duda valiosa, de nuestro ambiente local de todo un siglo.
            Julián era amigo, gran conocedor de la vida del pueblo, de ahí que al hallazgo le dé, al menos por lo que de mí depende, la importancia que merece. El cuaderno se completa con un estudio pormenorizado de una serie de fuentes (más de treinta) existentes en el término, en su mayor parte desaparecidas, pero que gracias a Julián nos queda el nombre y el lugar donde se encontraban, con algún detalle anecdótico en muchas de ellas, que espero en algún momento colgar en el blog.
            Por cuanto a motes, incluyo algunos de los que cuentan en el cuaderno, con todo el afecto que merece el ser considerados como algo muy nuestro, parte de nuestra pequeña historia, que pienso se debe conservar.
            La transcripción es literal. Solamente me he limitado a corregir algunas erratas:    

                               . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

            EL TÍO PERRETE: Vivió en el barrio del Poyete. Hombre pequeño y parlanchín, tal vez esto le costó algún disgusto. Cuentan los viejos que todos los azotes que se perdían se los encontraba él. No dejó descendencia, ni de apodo ni de bienes.

            DON CARLOS: Su nombre era Mauricio, hijo del tío Chirleras, también cazador como toda la familia; tenía el don de ser pariente de todos los ricos del pueblo. Era hombre muy singular, contaba muchas historias, más inventadas que reales. Pasó a la historia por el más mentiroso del pueblo. Casó con la tía Mauricia. Buena hembra y muy templá. Sabía de todo. Hasta fue partera. Morena de ojos grandes. Se la trajo de la mili donde le contó grandezas y haciendas. Cuentan que al llegar al pueblo le hizo cerrar los ojos; le preguntó que veía, y al mismo tiempo le contestó: “todo lo que ves es nuestro”. Dejó herederos. A un hijo se le conoce por el mismo apodo.

            TOLEA: No se sabe el origen del apodo. Lo único que sabemos es que fue un pájaro de cuenta. Abandonó de muy joven el hogar paterno. Era hijo del tío Julianón. Pasó toda la vida en las grandes ciudades, conoció cárceles y comisarías. Fue perseguido y azotado. Según sus propias confesiones vivió del hurto y de lo ajeno. Su oficio o profesión “maleante”. Siendo ya viejo llegó al pueblo, y en vez de reconciliarse con la familia y convecinos, insultaba y amenazaba a todos. Vivió en una choza o cueva en donde tuvo varias mujeres de su misma ralea. No dejó herederos conocidos, ni falta que hace.

            EL PATAQUERO: El apodo lo heredó de su padre o de su madre; hay un paraje en el término conocido por el huerto de la tía Pataquera. Este hombre tuvo una historia larga de contar. Fue, como dice la copla, “un valiente y leal legionario. Murió con el grado de comandante, Caballero Laureado y Mutilado por la Patria. Su cuerpo estaba lleno de cicatrices, y su pecho lleno de medallas. Se podría escribir una gran historia de sus hazañas guerreras, pero nos limitamos al apodo que ha quedado extinguido.

            EL TÍO VITANGUILLA: Su nombre era Juan José, también apodado Pinchasotas. El apodo Vitanguilla tal vez lo heredó de su padre. Un hombre de pueblo, sin estudios ni carrera, era como un licenciado en estos tiempos. Hacía de todo. Daba clases y conferencias. Hacía hijuelas y testamentarías. No le gustaba mucho el campo, amigo de tertulias y reuniones donde hacia valer sus cualidades de bien hablar y saber. Tuvo siempre un cuñado en casa que trabajaba el campo, y se le conocía por Sordo Pelotas.

            EL PERDÍO: Hijo del tío Ambrosio, que fue hombre serio y muy formal, trabajador y honrado. Se le conoce por El Perdío porque se perdió cuando era chico. Cuentan que lo mandaron a llevar la comida a los segadores, faena ésta que se encomendaba a los chicos llamados olleros. Lo montaron en un borriquillo y resucitó como Cristo, a los tres días, en un pueblo llamado Hontecillas. Al encontrarlo, solamente comentó. “Ya decía yo que aquellas mujeres no eran como éstas”.

            EL TÍO POCACOLA: No se sabe el origen del apodo. Vivió en la calle del Poyete y estaba casado con una hija del tío Peñote. No dejaron herederos del apodo. Cuentan los viejos que, siendo ya mayor, vendió al tío Pascual, éste era un ricote, la orza de los chorizos. De esta venta hicieron los del barrio una coplilla que decía así: “Ya está la orza ajustada, la brincan por el corral, y Pocacola le dice, dame los cuartos Pascual". El tío Pascual era un viejete alegre y dicharachero, y algo burlón; y cuando estaban los vecinos en el barrio tomando el sol, les decía “Voy a comerme un colín”, refiriéndose a un chorizo del tío Pocacola. 

Bien, esto es sólo una muestra. Están registrados más de doscientos apodos. Si alguno de los lectores está interesado en que se añada el suyo o el de su familia, puede hacérmelo saber como comentario a esta página, o por el medio que considere oportuno.

1 comentario:

Laura dijo...

Hola!
Soy una seguidora asidua de su blog! Me encanta la labor que hace y el empeño que le dedica a seguir aportando a las nuevas generaciones la sabiduría del saber popular. Mi padre es original de Olivares, y disfrutamos mucho en familia de su espacio. Esta mañana hemos estado disfrutando de esta entrada del apodario, con la que nos hemos reído mucho escuchando las historias que papá nos cuenta a propósito de la gente que aparece. Nos gustaría mucho poder leer más al respecto. Le escribo para pedirle, si no fuese mucha molestia, que nos enviase un escaneado del famoso libro de Julián Domínguez del que en varias ocasiones en el blog ha hablado. Le estaríamos muy agradecidos. Le dejo mi dirección de correo electrónico: laura4mixo@hotmail.com
No me queda más que felicitarle por su trabajo, y agradecerle el tiempo que le dedica a una tarea que hace disfrutar a tantas personas. Un cordial saludo,

Laura Buendía
P.D. Por cierto, aprovecho para preguntarle también si aún es posible conseguir un ejemplar de una de sus publicaciones, que dedica a Olivares, y que no he sido capaz de encontrar en las librerías.