Con
ocasión del XXV aniversario de la Coronación canónica de Nª Sª las Virgen de los Llanos, en la tarde de ayer
medio centenar de olivareños nos desplazamos con nuestro Patrón, el Santo Niño,
hasta el pueblo manchego de Santa María de los Llanos. Un acontecimiento
grandioso de fervor mariano, en el que participamos en torno a las cinco mil
personas procedentes de distintos pueblos de la provincia, de la región y de
otros lugares de España.
Además
de unos treinta estandartes –algunos extraordinarias obras de arte-, pertenecientes
a hermandades de pueblos que no habían llevado su imagen, concurrieron a tan
importante solemnidad otras diecisiete hermandades con su imagen como el mejor
de sus testimonios; bellas mucha de ellas, entre las que nosotros situamos como
primera de todas a nuestro Santo Niño, que causó verdadera admiración, recibió
el aplauso y el calificativo de ¡guapo! durante la procesión, y muchas personas
quisieron fotografiarse con el.
Dos
hora de procesión, con todos los estandartes e imágenes recorriendo las calles
de pueblo. Servicio gratuito de agua fresca embotellada y de lavabo, atenciones
por doquier, a lo que en justicia hemos de corresponder con nuestra
felicitación y nuestra gratitud. Santa María de los Llanos, un pueblo de no
mayor entidad que el nuestro, fue un modelo de organización y de atención al
forastero, que bien merece se le reconozca y se le agradezca. Una gente
admirable.
La
Misa se celebró en el campo de fútbol, con el altar instalado en una cancha
estupenda de gran capacidad. Varios miles de sillas, todas nuevas, todas
blancas, todas iguales. Presidió la Eucaristía el Obispo de la diócesis, Mons.
José María Yanguas, con varios sacerdotes más como concelebrantes, entre los
que se encontraban los dos últimos párrocos de nuestro pueblo: don Germán, hijo
de Santa María de los Llanos, y don Daniel, nuestro actual sacerdote.
Acabamos
cansados, pero muy contentos. Encomiable el trabajo de preparadores y de
transportistas, y sobre todo el de nuestros banceros que portaron la andas del
Santo Niño con su alcalde a la cabeza, que soportaron sabre sus hombros aquel
tremendo peso durante todo el trayecto, sin necesidad de relevos. Un gesto de
generosidad y de sacrificio, que nuestro Patrón no dejará de premiar.
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