lunes, 20 de abril de 2009

AGAPITO


Que el lamentable hecho del que ha sido víctima un paisano nuestro haya sido noticia nacional, repetida hasta la saciedad por la TV y otros medios tanto hablados como escritos, bien vale la pena traerlo aquí adonde por el milagro de la red las noticias y los comentarios, el pasado y el presente de nuestro pueblo, puede llegar a cualquier parte del mundo y permanecer expuesto al gran público durante el tiempo que se desee.
Agapito Cantero, con cuarenta y cinco años desempeñando en Madrid su oficio de joyero y relojero, se ha visto obligado a cerrar el negocio que durante todo ese tiempo fue su único medio de vida, obligado por la falta de seguridad que estamos padeciendo y que él ha sufrido en sus carnes un rosario de veces, con riesgo de su vida en más de una ocasión.
¡Qué decir! Lo sentimos, sí, y mucho. Creo que todos nosotros hubiéramos hecho lo mismo en circunstancias similares; incluso no hubiésemos llegado a aguantar tantos atracos como los que él ha sufrido en su pequeño establecimiento de la plaza de Manuel Becerra. Es la falta de valores, hasta los más imprescindibles para andar por la vida, lo que en nuestra sociedad prevalece, el imperio del “todo vale” es lo que prima en este periodo de la historia que nos ha tocado vivir, y que está encontrando cobijo en una buena parte de la sociedad sin que quienes tienen no sólo el deber, sino la obligación de poner remedio, hagan lo posible por poderlo evitar. De seguir así, llegará el momento, no demasiado lejano, de encontrarnos con que somos ciudadanos de un mundo no apto para vivir siguiendo los cánones más elementales que requiere una sociedad civilizada.
Hace unas noches lo he visto llorar de emoción e impotencia en un programa de televisión. Comprendo su dolor. Pienso que, dentro de lo malo, el Santo Niño ha estado con él; podría haberle ocurrido algo peor. Ha tomado una medida acertada que debió haberla tomado antes.
Todo ha pasado ya, amigo Agapito. Urge hacer frente al futuro partiendo de lo que ahora tienes, que todavía es mucho. El pasado es agua que se fue, y la vida, a pesar de estas cosas, aún es posible vivirla con el apoyo de la familia, y de los amigos, una verdadera riqueza que jamás podrá robarte nadie.

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