lunes, 24 de noviembre de 2008

OLIVARES DE JÚCAR, FIESTAS Y COSTUMBRES ( III )


LA ENRAMÁ
Aparecía colocada por los quintos de aquel año en la puerta de la iglesia y en el centro de la plaza del Lejío mientras la madrugada del Domingo de Resurrección. El día anterior se habían sentido en el pueblo toques de caracola, y por las calles que van hasta la iglesia los ruidos de los carros cargados de ramas y troncos de pino. Era a modo de pasadi­zo o de largo arco de triunfo hecho de ramas y de robus­tos ejemplares enteros al principio y al final del sombrío túnel. Se plantaba durante la noche del Sábado de Gloria, para que en la procesión del Encuentro, a las del alba, pudieran pasar por debajo las imáge­nes y los fieles del pueblo que habían asistido a la misa de madrugada.
Las mozas habían preparado su pelele, o judas, con ropas de hombre rellenas de paja, durante la tarde anterior. Seguido a la función religiosa -aún de buena mañana- las mozas manteaban al judas que, mientras la proce­sión, había permanecido expuesto en alguna ventana; a veces con un cartón escrito colgado del cuello. El manteo del judas iba acompañado de un ripio que las muchachas cantaban con esta letra:

El pobre pelele
no tiene camisa,
que se la han quitado
los frailes en misa.
¡Arriba con él...!

Tu padre te quiere,
tu madre también,
y todos te queremos,
¡Arriba con él...!

SAN BERNARDINO
La fiesta de San Bernardino se celebraba durante la tarde del 20 de mayo. No había clase en las escuelas. La juventud del pueblo, y sobre todo los chicos, se marchaban al campo a comerse los huevos cocidos y teñidos con pintahuevo. El pintahuevo es una planta que se da abundante en el Barranco del Pilar y que, al cocer su raíz con los huevos de las gallinas, los coloreaba de un tono marrón amarillento muy característico de esa fiesta. Otros los pintaban con lápices, formando sobre la cáscara gajos de distin­tos colores.
La fiesta de San Bernardino ha vuelto a aparecer después de muchos años perdida en el olvido. No tiene mucho que ver con la fiesta tradicional que vivimos los chiquillos de otros tiempos. Ahora es el pueblo vecino de La Hinojosa el que colabora en ella y se erige en protagonista; pues en su término se congrega la gente de ambos pueblos para celebrarla.

LA RANRA
Tenía su hora de actuación durante las fiestas del Santo Niño. Si se pudiera hurgar con un mínimo de fundamento sobre cuál fue su origen, es posible que nos encontrásemos con la sorpresa de que tiene sus raíces en la España de finales del XVI, en la Castilla afín a los ejércitos y a las costumbres de la corte de Felipe II. Sus miembros eran hombres serios, casi todos de edad avanzada. Solían vestir de negro riguroso con una flor artificial sobre el ala del sombrero. El tamboril y la pita eran la forma de manifestarse durante su andar callejero; el estruendo de los trabucos, su toque de guerra.
Durante dos o tres décadas faltó la Ranra en Olivares, y a fe que en las fiestas del Santo Niño se hizo notar su ausencia. Hace ya varios años -veinte, quizás-,volvió a reaparecer una nueva versión de la "Ranra", muy distinta en la forma y en el fondo a aquella otra que desapareció hace más de medio siglo. Una idea estimable y meritoria, cuyo resultado está ahí, dando un especial colorido a las fiestas patronales; si bien, debiera buscar con mayor interés sus principios a fin de mostrarse más auténti­ca, de ajustarse en lo posible a los viejos modos y a la razón primera por la que nació.
En el mes de septiembre se dedicó en este mismo blog una página a la Ranra; muy merecida, por cierto.


(En la fotografía, tres componentes de la Ranra actual)

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