jueves, 9 de octubre de 2008

OLIVARES A VISTA DE PÁJARO


OLIVARES A VISTA DE PÁJARO

Los confines de la Manchuela en donde asienta el pueblo es un terreno irregular. Nada tiene que ver Olivares con esos otros lugares situados sobre un plano completamente horizontal de la llanura manchega, como es fácil comprobar viajando solamente unos cuantos kilómetros hacia el sur y dentro de nuestra misma provincia.
Entre un barranco importante: el del Pilar, y un valle de huertos, el de la Vega, se alza como a caballo una buena parte del pueblo. Al pie, ese revoltillo de curvas de las Arrevueltas, la gracia del verde intenso de los Lamparazos, y más arriba campos de labor en el secano, como en abierto contraste con las tierras del saliente, muy a distinto nivel, con dirección al río, campos de cultivo hasta donde la vista se pierde por las colinas grises de Valverde y por las demás sinuosidades que dibuja el horizonte, ahora punteadas allá a lo lejos con generadores eólicos que giran y giran a capricho del viento, algo tan connatural con el paisaje manchego.
Y Olivares, el pueblo, a manera de mirador con sus barrios diferentes, con sus plazas mayores y menores repartidas por todos los barrios; un pueblo que cedió en número de habitantes de forma alarmante, es verdad, pero que ganó en superficie al extenderse extramuros con decenas de almacenes, y con viviendas de aquellos que, con no mal criterio, prefieren para vivir el placer de las orillas dando vista al campo, detalle que en Olivares, y más todavía en ciertas épocas del año, es un regalo impagable.
La fotografía, facilitada años atrás por el ayuntamiento, da fe de todo lo dicho. Si pinchas en la imagen, ésta se ampliará de forma tal que podrás apreciar con detalle hasta el último rincón del pueblo y de sus alrededores.

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