ABUBILLOS
Ese es, el de "abubillos", el apodo de todos los hombres y de las mujeres nacidos en Olivares. El origen y la razón del mote es de lo más peregrino que uno pueda imaginarse.
Cuentan, que en aquel oscuro siglo de las leyendas populares que nadie recuerda, y que nadie sería capaz de situar razonablemente ni en el tiempo ni en el espacio, ocurrió en nuestro pueblo un hecho singular que marcaría a los hombres de entonces, y también a los que vendríamos después, con el sambenito de "abubillos", siempre en boca de los habitantes de nuestros pueblos vecinos. Pues, parece ser, que una abubilla crestuda, pizpireta y maloliente, de las que de cuando en cuando nos visitan por los alrededores del pueblo, fue a meterse, por aquellas de la casualidad, debajo de la piedra mayor de Las Peñazas. Los olivareños, sabedores del hecho, decidieron rescatar el ave de su pesado escondrijo, pero no removiendo la roca a la fuerza bruta -que ya hubiera sido una sonora barbaridad-, ni abriendo un agujero por debajo de la tierra hasta dar con el inofensivo animal, que hubiera parecido ser lo más razonable, sino a fuerza de huevazos, es decir, estampando huevos de gallina contra la peña hasta conseguir que diera la vuelta, y así sacar de nuevo a la luz al bello pájaro cautivo.
Ni qué decir que no lo consiguieron, que todo quedó en un intento fallido que habría de servir para que los pobladores de los lugares vecinos hablasen de la absurda ocurrencia de nuestros antepasados durante años y años, siglos quizás. Las Peñazas todavía están ahí, amparando por debajo del pueblo una de las muchas curvas en que se dibuja la carretera de La Almarcha, enteritas y cabales, intactas y coscorrudas, a las que los chavalotes de años atrás solíamos subir, cuando no se nos ocurría otra diversión mejor y que a la vez resultase tan barata. Es casi seguro que el espíritu de la abubilla dormirá encantado en su interior mientras que el pueblo exista.
Ese es, el de "abubillos", el apodo de todos los hombres y de las mujeres nacidos en Olivares. El origen y la razón del mote es de lo más peregrino que uno pueda imaginarse.
Cuentan, que en aquel oscuro siglo de las leyendas populares que nadie recuerda, y que nadie sería capaz de situar razonablemente ni en el tiempo ni en el espacio, ocurrió en nuestro pueblo un hecho singular que marcaría a los hombres de entonces, y también a los que vendríamos después, con el sambenito de "abubillos", siempre en boca de los habitantes de nuestros pueblos vecinos. Pues, parece ser, que una abubilla crestuda, pizpireta y maloliente, de las que de cuando en cuando nos visitan por los alrededores del pueblo, fue a meterse, por aquellas de la casualidad, debajo de la piedra mayor de Las Peñazas. Los olivareños, sabedores del hecho, decidieron rescatar el ave de su pesado escondrijo, pero no removiendo la roca a la fuerza bruta -que ya hubiera sido una sonora barbaridad-, ni abriendo un agujero por debajo de la tierra hasta dar con el inofensivo animal, que hubiera parecido ser lo más razonable, sino a fuerza de huevazos, es decir, estampando huevos de gallina contra la peña hasta conseguir que diera la vuelta, y así sacar de nuevo a la luz al bello pájaro cautivo.
Ni qué decir que no lo consiguieron, que todo quedó en un intento fallido que habría de servir para que los pobladores de los lugares vecinos hablasen de la absurda ocurrencia de nuestros antepasados durante años y años, siglos quizás. Las Peñazas todavía están ahí, amparando por debajo del pueblo una de las muchas curvas en que se dibuja la carretera de La Almarcha, enteritas y cabales, intactas y coscorrudas, a las que los chavalotes de años atrás solíamos subir, cuando no se nos ocurría otra diversión mejor y que a la vez resultase tan barata. Es casi seguro que el espíritu de la abubilla dormirá encantado en su interior mientras que el pueblo exista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario