jueves, 18 de septiembre de 2008

SE RESTAURÓ LA IGLESIA


SE RESTAURÓ LA IGLESIA

Por fin hemos vuelto a ocupar la iglesia. Han sido seis años los que ha permanecido cerrada por no ofrecer, según los expertos, un mínimo de seguridad para que en ella se celebrasen los actos religiosos habituales. Durante ese tiempo el pueblo se ha sentido incómodo, le ha faltado algo importante, se ha tenido que conformar con lo que había para sustituirla, y que no fue otra cosa que los bajos de la Casa de la Cultura, arriba en el Cruce. Un local insuficiente e inapropiado para la función que, a falta de algo mejor, ha tenido que desempeñar.
Durante seis años se celebraron allí los actos de culto, las misas de cada domingo, los entierros, fueran o no actos solemnes, obligando a salir del habilitado salón en ciertas ocasiones, tales como la Misa Patronal en las fiestas del Santo Niño, que fue preciso celebrarlas en el Lejío bajo un sol de justicia, y alguna boda que, con muy buen criterio por parte de los contrayentes, se tuvo que celebrar en la iglesia de algún pueblo vecino.
En las pasadas fiestas los actos religiosos han llenado de público la iglesia como nunca lo estuvo, como jamás somos capaces de recordar los que ya vamos cumpliendo años y gozamos de lucida memoria. La gente, creyentes y menos creyentes, pienso que hemos coincidido por primera vez en una opinión unánime, en una manifestación común de júbilo, al encontrarnos de nuevo con algo que muchos consideraban perdido. En esa iglesia nos bautizaron a todos, se han casado un elevado porcentaje de los que viven allí y tantos de los que viven fuera, se han celebrado los funerales de cuerpo presente de nuestros padres y de nuestros abuelos, y ha sido la sede feliz de tantos de nuestros recuerdos de infancia y juventud. No nos debe extrañar, por tanto, que una vez puesta en servicio, y aun contando con los muchos detalles todavía pendientes y que conviene subsanar lo antes posible, los olivareños la hayamos acogido con auténtico deseo, y haya resultado pequeña, pese a su más que suficiente capacidad, para acoger a todos.
Es cierto que los resultados obtenidos después de las obras no han sido al gusto de todos. Se nota cómo durante la ejecución de las obras se ha actuado con demasiada ligereza, sin poner la mínima atención en el cuidado de las cosas que quedaron allí, tales como el magnífico retablo mayor y alguna de las imágenes expuestas en él que resultó seriamente dañada. Tampoco ha resultado ser el más conveniente una parte del material al uso (pavimentado del suelo, por ejemplo), pero es el riesgo que hay que correr ante una operación tan profunda y de tan larga duración como lo han sido las obras de la iglesia.
Es lógico que siempre queramos lo mejor para las cosas que nos afectan directamente, y la restauración de nuestra iglesia era una de ellas, de ahí que la diversidad de opiniones surja por doquier, como no podía ser menos. Opiniones, incluso contradictorias, siempre con su parte de razón.
Ahora bien, en algunos de los detalles que faltan para que la iglesia quede por completo al gusto de casi todos, es muy posible que nos toque a los olivareños arrimar el hombro. La iglesia todavía puede y debe mejorar, es la nuestra, la que hemos demostrado querer e interesarnos por ella. Es de esperar que si lo que falta por concluir no nos viene de fuera como hasta ahora, estemos dispuestos a colaborar aportando si fuera necesario lo que en conciencia nos corresponde, por razón de justicia y por aquello de que “obras son amores y no buenas razones”, frase breve y lapidaria que encierra una filosofía muy fácil de entender.

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