LAS FIESTAS DEL SANTO NIÑO
Las fiestas mayores del pueblo en honor del Santo Niño, o del Dulce nombre de Jesús (Hch. 4.12), han sido movidas del calendario en dos ocasiones. En la actualidad comienzan en la tarde-noche del día 15 de agosto y tienen su día final en una fecha imprecisa (entre el 19 y el 21 del mismo mes). Hace mucho tiempo -sólo los más viejos del lugar guardan memoria de ello- se celebraron en el mes de enero (segundo domingo), y más tarde en septiembre (tercer domingo), hasta los años del éxodo que aquí, como en tantas otras comarcas del medio rural, se produjo durante la década de los años sesenta del pasado siglo.
Fueron las fiestas patronales del Santo Niño durante años y décadas, el escape deseado y merecido para los duros quehaceres de los olivareños. Eran días de verdadero gozo, con un marcado sentido popular en el que, los casi dos mil habitantes del censo se erigían en protagonistas de su propia fiesta; primero en torno al acontecer religioso, cuyo centro de atención fue la antigua imagen del Niño (verdaderamente hermoso, según cuentas quienes lo conocieron), y luego la figura, no menos tierna y entrañable del Santo Niño actual, que vemos en la imagen, réplica bien conseguida de aquella otra anterior a la guerra civil. Los festejos profanos gozaron, así mismo, de una enorme importancia, incluso para el resto de los pueblos de la comarca, circunstancia que todavía se da hasta el punto de que en dos o tres noches señaladas de la fiesta de agosto, son más los forasteros que deambulan por nuestras calles que los propios nativos; pues, aun contando con los miembros de nuestras familias que no nacieron aquí, somos en todo caso minoría.
Suponen a estas alturas las fiestas del Santo Niño un encuentro con una buena parte de los olivareños que en tiempo pasado abandonaron la patria chica, y con no pocos de sus descendientes que acuden puntuales cada verano a la convocatoria festiva de la casa común. Las fiestas son ante todo un espectáculo prolongado, familiar e íntimo -cada vez menos familiar y menos íntimo- con acordes sonoros de banda de música en las dianas y pasacalles, y explosiones de pólvora como telón de fondo.
El Lejío sigue siendo, como antes también lo fue, el corazón de la fiesta; punto en el que concurren los tenderetes y en donde se dan la mayor parte de las ofertas festivas en las que se puede participar durante esos días. De un tiempo a hoy la fiesta jolgoriosa del baile popular, de las competiciones deportiva y de los concursos, ha variado de manera sensible hacia la fiesta del consumo fácil. Tan sólo se han conseguido librar del vaivén de los tiempos las manifestaciones religiosas, que continúan situadas en el lugar que les corresponde con toda la pompa y solemnidad que tuvieron siempre: la Salve que se canta durante la noche de la víspera en honor a la Virgen, y las multitudinarias celebraciones litúrgicas con procesión de los días 16 (fiesta mayor) y 17 (procesión de la subasta), tal vez hayan ganado en vistosidad, ilusión y entusiasmo.
La Ranra juega un papel fundamental durante las dos primeras fechas. Sus componentes se encargan de brindar colorido y de ofrecer un carácter personal a la fiesta. Entre las más destacadas innovaciones del acto religioso, figura la ofrenda floral al Santo Niño durante la procesión del día dieciséis, aportación, como cabe suponer, de la colonia olivareña en tierras de Valencia y que el pueblo, con el paso del tiempo asumió como suya.
Por lo demás, orquestas para baile cada noche en el Lejío, y capea durante las últimas fechas en la nueva plaza de toros, completan con algunos actos más de diversión el cuadro festivo anual en honor de nuestro Santo Patrón. La aceptación durante las noches de pólvora y encierro de nuestras fiestas por parte de la juventud de los pueblos vecinos, resulta extraordinaria -tal vez demasiado extraordinaria-, hasta el punto de hacerse prácticamente imposible el tránsito por algunos espacios cruciales.
Un voto a favor del “pregón de fiestas”, como acertada aportación cultural, y de la “comida popular fin de fiesta”, novedades a las que se les dedica en este blog una página aparte.
Las fiestas mayores del pueblo en honor del Santo Niño, o del Dulce nombre de Jesús (Hch. 4.12), han sido movidas del calendario en dos ocasiones. En la actualidad comienzan en la tarde-noche del día 15 de agosto y tienen su día final en una fecha imprecisa (entre el 19 y el 21 del mismo mes). Hace mucho tiempo -sólo los más viejos del lugar guardan memoria de ello- se celebraron en el mes de enero (segundo domingo), y más tarde en septiembre (tercer domingo), hasta los años del éxodo que aquí, como en tantas otras comarcas del medio rural, se produjo durante la década de los años sesenta del pasado siglo.
Fueron las fiestas patronales del Santo Niño durante años y décadas, el escape deseado y merecido para los duros quehaceres de los olivareños. Eran días de verdadero gozo, con un marcado sentido popular en el que, los casi dos mil habitantes del censo se erigían en protagonistas de su propia fiesta; primero en torno al acontecer religioso, cuyo centro de atención fue la antigua imagen del Niño (verdaderamente hermoso, según cuentas quienes lo conocieron), y luego la figura, no menos tierna y entrañable del Santo Niño actual, que vemos en la imagen, réplica bien conseguida de aquella otra anterior a la guerra civil. Los festejos profanos gozaron, así mismo, de una enorme importancia, incluso para el resto de los pueblos de la comarca, circunstancia que todavía se da hasta el punto de que en dos o tres noches señaladas de la fiesta de agosto, son más los forasteros que deambulan por nuestras calles que los propios nativos; pues, aun contando con los miembros de nuestras familias que no nacieron aquí, somos en todo caso minoría.
Suponen a estas alturas las fiestas del Santo Niño un encuentro con una buena parte de los olivareños que en tiempo pasado abandonaron la patria chica, y con no pocos de sus descendientes que acuden puntuales cada verano a la convocatoria festiva de la casa común. Las fiestas son ante todo un espectáculo prolongado, familiar e íntimo -cada vez menos familiar y menos íntimo- con acordes sonoros de banda de música en las dianas y pasacalles, y explosiones de pólvora como telón de fondo.
El Lejío sigue siendo, como antes también lo fue, el corazón de la fiesta; punto en el que concurren los tenderetes y en donde se dan la mayor parte de las ofertas festivas en las que se puede participar durante esos días. De un tiempo a hoy la fiesta jolgoriosa del baile popular, de las competiciones deportiva y de los concursos, ha variado de manera sensible hacia la fiesta del consumo fácil. Tan sólo se han conseguido librar del vaivén de los tiempos las manifestaciones religiosas, que continúan situadas en el lugar que les corresponde con toda la pompa y solemnidad que tuvieron siempre: la Salve que se canta durante la noche de la víspera en honor a la Virgen, y las multitudinarias celebraciones litúrgicas con procesión de los días 16 (fiesta mayor) y 17 (procesión de la subasta), tal vez hayan ganado en vistosidad, ilusión y entusiasmo.
La Ranra juega un papel fundamental durante las dos primeras fechas. Sus componentes se encargan de brindar colorido y de ofrecer un carácter personal a la fiesta. Entre las más destacadas innovaciones del acto religioso, figura la ofrenda floral al Santo Niño durante la procesión del día dieciséis, aportación, como cabe suponer, de la colonia olivareña en tierras de Valencia y que el pueblo, con el paso del tiempo asumió como suya.
Por lo demás, orquestas para baile cada noche en el Lejío, y capea durante las últimas fechas en la nueva plaza de toros, completan con algunos actos más de diversión el cuadro festivo anual en honor de nuestro Santo Patrón. La aceptación durante las noches de pólvora y encierro de nuestras fiestas por parte de la juventud de los pueblos vecinos, resulta extraordinaria -tal vez demasiado extraordinaria-, hasta el punto de hacerse prácticamente imposible el tránsito por algunos espacios cruciales.
Un voto a favor del “pregón de fiestas”, como acertada aportación cultural, y de la “comida popular fin de fiesta”, novedades a las que se les dedica en este blog una página aparte.
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